Desobediencia
El señor Colombo Uribe empezó a sobresaltarse sobre las
9:10 de la mañana, su asistente personal no había llamado a darle el reporte de
los principales acontecimientos del país. Escuchaba en la radio preocupado la
opinión de un copartidario sobre el movimiento de tropas rebeldes en un lugar
determinado del país, sabía que su opinión iba a ser consultada y quería
obtener la confirmación de sus fuentes en terreno para preparar la entrevista
de las 9:45. A las 9:30 salió a la sala
del asistente y preguntó sobresaltado por el informe, toda la oficina estaba en
pánico, ninguno de su personal de trabajo había recibido informes o llamadas.
Con instinto y experiencia afirmó en la entrevista la información de su
compañero pero trató de evadir el asunto para darse un aire menos guerrerista.
Luego de la entrevista decidió hacer llamadas él mismo, nadie se le negó al
teléfono pero no dieron respuestas concretas, por el contrario todos le hacían
preguntas, él, como líder del partido debía tomar una decisión, decretó
resguardo de entrevistas y declaraciones públicas a todo copartidario durante
un día completo.
Se reunió con su equipo y decidió mandar varios a puntos
estratégicos del país, debían fortalecer nuevamente los lazos con la gente que
servía de informante en los territorios y reportar la situación del momento,
tenían cartera abierta para ofrecer desde posibles cargos en los gobiernos
locales hasta dinero en efectivo. El resto del equipo se quedaría en la capital
llamando a todo el país si fuera necesario para saber algo sobre algún lugar, Colombo
se sentía maniatado dependiendo de las vulgares noticias de los canales
televisivos privados y públicos. Organizó una comida en su casa e invito a
cuatro de sus más fieles miembros del partido, se ensombreció cuando sus
colegas le confesaron que ninguno de sus contactos había reportado, algo estaba
interrumpiendo el funcionamiento de la red y los estaban arrinconando. Apresurado despidió a sus amigos y les pidió
mesura en declaraciones y afirmaciones.
Temeroso de una posible alianza política entre sus
detractores decidió viajar personalmente a las regiones, empezaría sin duda en
su ciudad natal, su influencia allí era más importante que en la capital.
Amaneció el siguiente día volando a su destino y pasó la mañana en su casa
hablando con sus asistentes en la capital, les recordaba a todos que nadie
debía hablar con los medios y que cualquier información debía él saberla a la
brevedad. A sus enviados a campo les había dado hasta medio día, confiaba en el
trabajo de su gente, ellos lo sacarían del embrollo y el asunto estaría
arreglado, se sentó incluso a pensar en puestos y presupuestos para consolidar
su influencia en lugares importantes. A la una en punto recibió la primera
llamada, el resultado era impensable, las personas en las fincas, en los
bosques, en los ríos, en los lagos, en los caseríos y pueblos no reconocían a
los informantes, ningún contacto quiso ni verse ni hablar con los asistentes de
Uribe, había una total resistencia.
Dolido en su ego y a la vez retado por la situación
organizó un viaje silencioso a su finca, una enorme casa de campo rodeada por
bastantes hectáreas de tierra, a los verdes pastos rodeados de árboles los
adornaban vacas y toros de distintos colores. Con un reducido número de su
escolta persona llegó a su hacienda, dejo a sus asistentes dicho que volvería
en tres días, que debían solo llamarlo durante la mañana cada día. En sus
oficinas estaban aterrados, los periodistas presionaban por la opinión del
político sobre todo tipo de temas, la ausencia empezó a ser mal vista y se
hicieron notas especiales en ediciones de prensa escrita y noticieros
televisivos sobre la repentina replegada del político. Separado de cualquier radio
o televisión llamó en el estudio de su casa a los verdugos, así los había hecho
llamar luego de que financiara su conformación como grupo para estatal de
seguridad, su expansión como grupo criminal en vastísimas zonas del país en
muchas ocasiones no había dependido de él y en algunas ocasiones se asombraba
de lo distorsionada que su idea había llegado a ciertos lugares. La llamada
duró poco, acordó una cita cerca de su hacienda y se sentó a esperar la
oscuridad.
Ya sobre las diez de la noche salió en su camioneta
acompañado de sus escoltas, sabía que debía llevar las órdenes claras, él
quería que fueran intervenidos al menos 10 lugares del país en los
próximos días, la población debía
someterse a los verdugos y recomponer los contactos con la personas que él
enviara, su autoridad debía nuevamente quedar clara esos lugares, el uso de
todos los medios estaba autorizado. Al llegar al sitio diez hombres vestidos de
civil lo recibieron anunciándole su total ruptura con su organización criminal,
desde el campo no iban a seguir respondiendo a su figura, las armas habían sido
escondidas y cada cual volvería a la actividad que mejor le pareciera,
cualquiera menos la guerra. Incrédulo se retiró Uribe de la reunión y en su
regreso a la finca hizo un par de llamadas, todos los teléfonos lo enviaron a
correo de llamadas, llamó a sus copartidarios, a algunos generales, incluso a
periodistas y nadie respondió.
Como evento final Uribe llegó a su hacienda y al no
encontrar nadie que le abriera la puerta ni le ofreciera comida o por los menos
alguna reverencia se retiró a su estudio a beber una botella de ron, regalo de
algún embajador o miembro del clero. Mientras bebía y veía en la televisión
como en cada canal ni se mencionaba su nombre ni su partido, ni siquiera su
amigos, empezó a sentirse furioso, con algunos tropezones abrió un armario y
saco una pistola y un fusil, llamó a sus escoltas pero ninguno vino a su
encuentro. Con la botella en la mano se fue hasta el establo a buscar su
caballo, iría al pueblo más cercano y mataría a todo el que se negara a
reconocer su autoridad. En un acto de
total desobediencia su caballo lo tiró por el frente y le impactó la cara con
un fuerte golpe de mano, Uribe se
incorporó como pudo e hizo unos disparos desorientados. Camino alrededor de
cuatro quilómetros por su finca hasta que calló vencido e inconsciente, esa noche llovió y su cuerpo
fue tragado por el barro y las hojas, allí murió y a nadie le importó.
POR: ENKO
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