29 de junio de 2013

PLANTÓN DE SOLIDARIDAD CON EL CATATUMBO TERMINA CON VARIOS HERIDOS


Chapola entregada durante el plantón

La actividad se desarrolló en las horas de la tarde del 27 de junio en la Universidad Nacional, comenzando aproximadamente a las 6:30 pm,  en donde los estudiantes se movilizaron con antorchas a la entrada que da hacia la Carrera 30.

Durante el mitin realizado por los estudiantes en solidaridad con los campesinos del Catatumbo se detuvo por un tiempo el tráfico, varios estudiantes hablaron y entregaron chapolas a los motociclistas, taxistas, carros particulares y buses expusieron las problemáticas que están atravesando los campesinos en el Catatumbo, además de denunciar los asesinatos de 4 campesinos  por las fuerzas militares y policiales.

Sin embargo la represión por parte del ESMAD no podía faltar, alrededor de las 7:30 p.m. cuando los estudiantes regresaban al campus, la fuerza policial arremetió lanzando gases y aturdidoras, lo que ocasionó la dispersión de los que confluyeron al mitin.


Esta acción violenta por parte del ESMAD dejo varios heridos puesto que los gases lacrimógenos fueron disparados directamente al cuerpo 

Mira las imagenes de la jornada en nuestra página en facebook


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28 de junio de 2013

Ponencia Mesa Distrital de Artes



Libertad de expresión
"El derecho de libre expresión cuando nadie contradice al gobierno, la libertad de prensa cuando nadie está dispuesto a formular preguntas importantes, el derecho a la reunión cuando no hay protesta... Por falta de uso, pueden llegar a convertirse en poco más que objetos votivos. Los derechos y las libertades o se usan o se pierden".
Carl Sagan.


Hacer relativa la libertad de expresión, es casi tan absurdo como condicionar nuestro derecho a la vida. Podemos hablar del tema y entrar en debate, pero eso no nos autoriza para decidir bajo qué condiciones una persona puede expresar su opinión. No vinimos acá para hacer el papel de jueces y mucho menos de verdugos, sino para ejercer la libertad que hoy nos convoca. Nuestra presencia tiene como fin, mostrar cuan reprochable es brindarle atención a un personaje como este, cuando la universidad, académica y
estructuralmente, se nos está cayendo a pedazos.

La libertad es algo de lo que nos gusta hablar y como artistas, o estudiantes de arte, usamos mecanismos de expresión con regularidad. Sin embargo, nos gustaría llamar la atención sobre el siguiente hecho: la opinión libre ha sido violentada en esta universidad desde hace mucho tiempo; como estudiantes, hemos sufrido una estigmatización social, ante la cual, nuestra academia ha guardado absoluto silencio. ¿Por qué no hay foros sobre libertad de expresión cuando las águilas negras amenazan a estudiantes y docentes, por el simple hecho de pertenecer a un movimiento o sindicato? ¿O cuando a Miguel Ángel Beltrán, docente de esta universidad, lo enviaron injustamente a la cárcel durante dos años por las investigaciones que publicó? ¿Por qué en lugar de recibir apoyo en las jornadas de “pinta la nacho”, hubo la intención de generar procesos disciplinarios en contra de los estudiantes? ¿Por qué nadie habla de libre expresión cuando pintamos el CAN, la escuela de cine, la de artes plásticas o la de diseño gráfico, para decir que no estamos de acuerdo
con la situación de nuestra facultad?

Es curioso, pero se necesita que alguien censure para que la universidad decida tocar el tema. Paradójicamente, ustedes como directivas se ponen del lado de quien acalla y no de la gente a la que están callando. “La guerra de la mancha gris”, el proyecto de blanquear las paredes, y este sujeto que hoy nos
convoca aquí, son solo unos cuantos ejemplos. Hecho este señalamiento, quisiéramos decir a ustedes, y a toda la universidad, qué pensamos del derecho a la libre expresión.

Empecemos por hablar de libertad. Esa palabra, que encierra uno de los ideales más profundos de la humanidad, no puede verse desde un punto de vista restrictivo. Mi libertad no termina donde comienza la libertad del otro, sino empieza y se potencia allí, donde nace la libertad de él, y de todos los demás. Ustedes compañeros, son parte nuestra libertad, y solo en la medida en que su libertad se amplíe, nosotros ampliaremos la nuestra a niveles infinitos.

En el acto de expresarse existe la libertad, puesto que la expresión es sólo uno de sus aspectos. Opinar libremente hace parte de ser libre, por tanto, debo ver la opinión de las demás personas como una posibilidad y no como un problema. La declaración universal de los derechos humanos dice: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión". Consideramos que, si bien es cierta la necesidad de algunas garantías para poder hablar, es en la opinión de las otras personas y en el debate con ellas, que nuestras percepciones tienen la posibilidad de ampliarse.

Ahora, existen distintas formas de ejercer la libertad de expresión. En nuestra universidad, debido a la falta de espacios efectivos de diálogo, la pared ha sido vista como un medio para hacer uso de este derecho. Allí, cualquier persona puede decir lo que se le venga en gana; de eso se trata la libertad. Y como la opinión de alguien más no es un límite, sino una posibilidad, el espacio se presta para ejercer un diálogo permanente, potenciándola de manera constante. Ahí, en ese punto, es donde las paredes de la universidad constituyen su objetivo estético.

Contrario a lo manifestado en los últimos meses, la estética dista de ser un juicio de valor para medir los aspectos exteriores de una composición artística. "La estética es la eficacia o efectividad en la comunicación; es decir, el seleccionar el lenguaje y las condiciones propicias para conseguir los efectos que se persiguen, cuando se ponen en juego para compartir: significaciones, sentidos o ambos al mismo tiempo. El peor error que se comete, es equiparar el concepto a la belleza, pues ésta es cambiante con el tiempo, y depende de la historia personal, grupal y social, así como de la cultura, la ideología y muchos otros factores” (Medellín, Fabio. Estética y Creatividad. 2011).

El concepto de estética, mal utilizado, puede fundamentar la exclusión de una obra con base en su apariencia. Gracias a esa idea, alguien puede apropiarse del discurso del arte para excluir y no para abrir el espectro de su influencia. Sin embargo, la estética es una idea mucho más compleja, y se refiere a la capacidad que tiene una obra de comunicarse con su espectador. Somos conscientes de que en el ejercicio de la libre expresión, se han perdido habilidades comunicativas; esto ha llevado a que el objetivo estético de la pared se deteriore con el tiempo. Una pinta, un mural, un rayón, a veces no significa nada para quien lo observa y no es porque lo ignore, sino porque la obra ha dejado de comunicarse con esta persona.

Según Armando Silva el graffiti es “un tipo de comunicación bien cualificado. No posee un emisor reconocido, no se dirige a nadie en particular, no concede ninguna garantía en su elaboración, su permanencia y ni siquiera en cuanto a sus efectos. (...) Además, como todo resultado social, el graffiti se alimenta de momentos históricos y sus anónimos ejecutores son los agentes que, poseedores de ciertas características personales o grupales, materializan por medio de escrituras ocasionales anhelos o frustraciones de una colectividad. Esta situación hace que el programa general de la producción de este género comunicativo adquiera real importancia, pues en su fondo se ocultan inquietantes hechos que delatan, no sólo un comportamiento cada vez más extendido y usado entre nosotros, sino que prácticamente el hecho de que tenga que emplearse, unido a sus referentes expresos o latentes, revelan, decimos, un apreciable caudal de información y comunicación de la vida urbana con variadas funciones.”

El problema fundamental es que algunos sectores de nuestra comunidad instrumentalizan el arte en sus distintas formas. Ustedes ven el arte como una herramienta, no como un catalizador de transformaciones profundas. Hasta que no se deshagan de esa idea y entiendan que el discurso y su capacidad comunicativa es también revolución, la incidencia de sus acciones quedará invisibilizada.

No queremos decir que en las paredes de la universidad no haya un debate por desarrollar, sino que la falta de habilidad comunicativa y creativa, puede vaciar estos lugares del significado que en realidad pueden tener. Ante la incapacidad institucional de crear espacios de opinión, nuestros muros constituyen un lugar abierto para el diálogo. Todos podemos participar de él; sin embargo, es necesario entender que la comunicación de nuestros mensajes no puede estar exenta de respuesta. De hecho, la libertad la justifica e incentiva, pues con base en esta, el discurso se complejiza y tiene la oportunidad de transformarse. Por tanto un muro es un espacio de construcción colectiva, en el que como seres humanos, tenemos la oportunidad de potenciarnos a partir de la opinión del otro.

Por otra parte, debemos entender que en nuestro universo complejo, una acción repercute en diferentes dimensiones. El hecho de que una postura sea clara para su exponente, no significa que esta represente lo que él plantea. Por ejemplo, el debate del espacio público que establece el Señor Rayón, supera la dimensión de su discurso, y legitima, quiéralo o no, una realidad supremamente dañina para la población que "defiende". 

Hablar del espacio público es hablar de lo público en sí mismo. En un lugar que pertenece a la ciudadanía, se ven reflejadas las dinámicas socioculturales que la determinan y la prioridad con que se administran los recursos públicos de su nación. Entrar en el terreno de lo público es ejercer la apropiación de lo común, y a partir de ahí, generar reflexiones frente a lo que nos pertenece como colectivo.

Si su idea es ir en contra del abuso de lo público, la discusión debería centrarse en otros hechos que sí afectan la supervivencia del espacio que nos pertenece. ¿Han hablado ustedes de la desfinanciación que tiene a las universidades públicas a punto de venirse abajo? ¿Dijeron algo cuando el rector de esta academia, aún sabiendo de la crisis de financiación, gastó alrededor de ciento cincuenta millones de pesos en la remodelación de su oficina? ¿Se manifestaron cuando el CSU eligió a ese señor de una manera antidemocrática?, hecho que ocurre en otras universidades; ¿Por qué este debate no se dio cuando a sus compañeros los tenían amenazados de muerte, por defender la educación pública? Es más, ¿por qué hacen este debate? ¿Han siquiera pensado en lo profundo del problema que es cerrar la universidad los viernes, tal como afirma vicerrectoría, con respecto a la reubicación de las clases en medio de la crisis en infraestructura? no hemos dimensionado que el territorio de la universidad los viernes en la tarde no sólo le pertenece a los jíbaros. Es importante hacernos la crítica como comunidad educativa por no ser capaces de empoderarnos de nuestro territorio y ejercer acciones concretas para solucionar las problemáticas.

Mientras centramos nuestra atención en una falsa coyuntura, los problemas que amenazan a la universidad y el país, quedan de lado a razón de una protesta contradictoria en su planteamiento. En aras de defender lo público, el proyecto Señor Rayón, plantea un debate que desvía la atención de las dificultades reales que atraviesa nuestra universidad. Comunicativamente su proyecto tiene una falla, sus acciones sostienen un discurso muy distante de eso que quieren plantear. Ustedes no están defendiendo lo público, ustedes están sirviendo de cortina de humo para una institución que reprime, a nivel práctico, todo lo que ese proyecto busca defender.

El ejercicio de la libre expresión consta de hallar en la voz de las demás personas, una verdad ampliada de lo que soy. La libertad en lugar de ser coaccionada, tiene que permitirnos expandir las fronteras de nuestra opinión. Por esta razón, les solicitamos a ustedes evaluar sus alcances con base en los argumentos aquí planteados, para que de ser posible, abran el marco de sus intenciones y nos ayuden a defender esta humanidad llena de sobresaltos e injusticias. Nos da lástima que este debate se dé a raíz de unos hechos tan
superfluos, y no a partir de sucesos que sí comprometen la libre expresión. Queremos pensar que en algún momento, la muerte de cuatro manifestantes en Norte de Santander, los “falsos positivos judiciales”, como es el caso del compañero Carlos Lugo, preso por sus composiciones musicales; el asesinato del graffitero Diego Felipe Becerra, la desaparición en el Amazonas de nuestras compañeras Norma Milena Torres y Audrey Salazar Perdomo, o lo que implica la militarización de las universidades públicas, serán motivos para
crear un espacio como este, donde no hablaremos de la legitimidad de las paredes blancas, sino del problema de los blancos legítimos. Sin embargo, mientras llegan esos días, seguiremos ejerciendo el derecho a la libre expresión para defender nuestro derecho a la vida.

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Libertad de Expresión y Espacio Público en la Universidad Nacional de Colombia




Juan Gabriel Gómez Albarello*

Con este acto desafiante e irrespetuoso de fumar un cigarrillo quiero llamar la atención de ustedes acerca de un conjunto de hechos que es fundamental en lo que concierne a nuestra presencia aquí, en este espacio público que es el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional:

primero, los espacios públicos son espacios reglados, son espacios con reglas;

segundo, las reglas de los espacios públicos no han existido siempre – tienen una historia;

tercero, las reglas del espacio público responden a un interés público, a un interés común.

Hubo una época en la cual era permitido fumar en auditorios como éste. Pero eso cambió. El acuerdo acerca de lo que era permitido en esos espacios públicos fue modificado. ¿Por qué? Por el surgimiento de una nueva conciencia acerca de las consecuencias negativas para la salud de todos los individuos de permanecer en espacios contaminados con el humo de cigarrillo. Lo chévere, lo legal, lo chic era fumar. Ya no lo es.

Nadie en su sano juicio va a proponer que se permita fumar en el León de Greiff. No fumamos en el León de Greiff porque así nos lo dice nuestro sentido de lo público, el sentido que nos indica qué hacer cuando compartimos con otros un espacio público, un compartir que realizamos sobre la base del mutuo respeto y el mutuo reconocimiento.

Sin embargo, tengo que decir que cuando entro al campus de la Universidad Nacional siento que entro a un espacio cargado de humo o, para ponerlo en términos de una metáfora auditiva, a un espacio donde muchos vecinos ponen su música a todo volumen simplemente porque se les da la gana. Que algunos lo hagan motivados por sus convicciones políticas y otros por su necesidad expresiva poco importa. Al final, el resultado es el mismo. El espacio público en el campus de la Universidad Nacional es un espacio con grandes volúmenes de contaminación visual, un espacio con una sobrecarga continua de mensajes, resultado de un proceso selectivo de apropiación particular, por lo tanto de expropiación, del espacio público.

La apropiación individualista o clánica, grupalista, según el caso, es a mi juicio el resultado de una concepción abstracta y por lo tanto falsa del concepto de libertad de expresión. Digo abstracta y falsa porque se niega lo público del espacio en el cual esa libertad de expresión se ejerce. Esta apropiación particularista es también el resultado de una construcción social de reglas del espacio público que niegan el sentido mismo de lo público. Me explico.

Hay reglas y principios que niegan la libertad, por ejemplo, el principio totalitarista que afirma, "todo lo que no está prohibido es obligatorio." Pero en otro extremo muy distinto del anterior encontramos un principio no menos totalitario, uno que además se contradice a sí mismo, "prohibido prohibir." Quienes abrazan este principio suponen ingenuamente que toda regla con excepción de la anterior, niega la libertad. Pero, ¿es esto verdad? ¿Puede haber libertad de expresión sin reglas de ninguna clase?

Los invito a realizar el siguiente ejercicio. Traten de expresar su pensamiento haciendo caso omiso de la sintaxis de nuestra lengua. Olvídense por un momento de las reglas gramáticales e intenten comunicarse con otros violando sistemáticamente esas reglas. Y ¿qué consigue uno de estos desesperados intentos de una libertad de expresión que no conoce ni respeta regla ninguna? Nada o casi nada, excepto un balbuceo ininteligible que tiene la forma de una colección de ruidos.

Quisiera presentarles aquí el resultado de uno de estos ejercicios:

traten pensamiento de nuestra comunicarse sistemáticamente qué estos una que respeta o un tiene una de haciendo la lengua momento gramáticales con esas consigue desesperados libertad no regla casi balbuceo la colección expresar caso sintaxis olvídense de e otros reglas uno intentos de conoce ninguna nada ininteligible forma de su omiso de por las intenten violando y de de expresión ni nada excepto que de ruidos

Como pueden ver, como lo han podido oír, la idea de que toda regla es una restricción de la libertad es una idea falsa. La libertad también necesita de reglas. En el espacio público de nuestra lengua común nos comunicamos gracias a esas reglas. En ejercicios lúdicos y poéticos podemos darnos el lujo de poner esas reglas en cuestión con el objeto de explorar los confines de nuestra percepción y nuestro pensamiento. Pero en el espacio común del habla cotidiana, es imposible hacer caso omiso de ellas.

Análogamente, en el espacio público de libre pensamiento como el de la Universidad Nacional es preciso que haya lugares en los cuales se manifieste públicamente el pensamiento crítico y donde se exprese la lúdica y la poesía, pero que se haga en el marco de reglas comúnmente aceptadas. A falta de ese acuerdo al que podemos llegar y al que todavía no hemos llegado, ¿qué es lo que encuentro en el campus? Un amplio conjunto de expresiones gráficas en el campus carece de lúdica y de poética. Diría que son la manifestación solipsista, egoísta de una expresión individual que tiene la forma de "yo estuve aquí y aquí grafitié"; "yo estuve aquí y aquí putié"; "yo estuve aquí y aquí ¿qué? ¿eyaculé?"

El artista dadaísta Marcel Duchamp envió una vez un orinal a una exposición de arte para épater le burgeois, para escandalizar a la burguesía. Aquí, sin embargo, el escándalo se hace con cien años de retraso y en un contexto enteramente distinto. Aquí lo que se logra es sobrecargar el espacio público con una afirmación que se ha convertido en regla: "el espacio público no es de nadie y, como no es de nadie, en él hago lo que se me da la gana."

Esta sería, sin embargo, una descripción incompleta de la realidad del espacio público de la Universidad Nacional. Aquí también parece haber otras dos reglas un poco más políticas que la primera. Una de esas reglas dice, "el espacio ocupado por una organización es de esa organización y de nadie más." En otras palabras, ese espacio público era público hasta que se lo tomen porque, después de tomado, nadie más puede hacer nada en él. 

Parece que hay otra regla que dice, "los íconos y mensajes que legitiman la lucha armada son sagrados." Por lo tanto, cualquier intervención en esos íconos o mensajes sería un acto de profanación. Así las cosas, la Universidad Nacional, el hogar de un pensamiento crítico e iconoclasta, se ha convertido también el hogar de un nuevo santoral: el de San Camilo, San Manuel, San Alfonso, etcétera, etcétera.

Si de verdad existiera una regla semejante, propondría que le cambiáramos de nombre a la Universidad y que la llamaramos la Universidad Talibán de Colombia. Pero no creo que sea ése el caso. No creo que entre nosotros haya talibanes. Talibanes y fundamentalistas son los que mandan a matar a quienes hacen caricaturas del profeta Mahoma. Asumo que las organizaciones clandestinas que hay en la Universidad no son de ese tipo. Si estuviera equivocado, entonces apaguemos la luz y vámonos.

Estamos aquí en una Universidad que es hogar, lo repito, de un pensamiento crítico e iconoclasta, donde personas como yo asumimos el papel de contradictores de las organizaciones clandestinas que ocupan el espacio público con íconos y mensajes que legitiman la lucha armada. Quienes forman parte de esas organizaciones son miembros de la comunidad universitaria y es en tal carácter que yo los interpelo. Yo soy su contradictor, no su enemigo.

Yo no vengo a este espacio a pedir que los espíritus se apacigüen. Yo, como muchos de ustedes, lucho contra un sistema. Yo también lucho por una forma de vida alternativa, distinta de la que ustedes proponen. Y yo, como muchos en este campus, pongo en cuestión una forma de lucha, la lucha armada, cuyo legado de destrucción y estigmatización es patente en la Universidad Nacional.

Sobre este punto, quisiera decir que en el discurso de las organizaciones clandestinas encontré un registro de las causas de la actividad rebelde, pero no he visto nunca una reflexión igual acerca de las consecuencias de esa actividad. Por eso creo que, con mucha ligereza, esas organizaciones nos imponen en el espacio público sus símbolos y sus consignas. Yo rechazo unos y otros. Lo hago no a nombre de una paz tibia e insípida sino de una lucha más unificada y vigorosa, sin violencia. Lo hago, también, a nombre de un espacio público libre de tiranías comunicativas.

Muchas veces que he hecho estos planteamientos me he encontrado con la respuesta, "Así es la Universidad Nacional." Así es, digo yo también, pero también digo que es así como la hemos construido y que la podemos continuar construyendo de manera diferente: sin tener que cerrar la Biblioteca Central los viernes porque hay gente que entra a orinarse en los ascensores, sin baños con llave porque hay gente que se roba el papel higiénico, sin estigma, sin estereotipo, con la fuerza de un pensamiento crítico y de una actividad crítica, de una lucha crítica.

El gran mérito que encuentro en el Proyecto del Señor Rayón es la puesta en cuestión de las reglas que rigen hoy un espacio público desportillado, urgido de espacios como éste de deliberación y de debate. Encuentro también un gran mérito en los planteamientos de varias de las organizaciones aquí presentes que ponen en cuestión unos medios universitarios oficiales impermeables a lo que sucede en el campus, reacios a dar cuenta de un amplio descontento, un tema respecto del cual también puedo dar el testimonio de mi propia experiencia.





*          Profesor Asistente, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia
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Ponencia de organizaciónes encapuchadas por la constituyente



Corriente de Acción y Resistencia Popular –CARPO-
Frente Estudiantil Revolucionario – Sinpermiso   -FER. Sinpermiso-
M-19

ESTUDIANTES UN.

Parafraseando a un famoso dramaturgo:

 “Si la gente sólo quiere ver lo que puede entender, no debería ir al teatro (a la universidad, al arte, a la vida). Debería ir al baño”

Hay un sitio amplio e iluminado, todo es luz y música, no hay pintas, murales, no hay arengas, limosneros o ventas ambulantes; un lugar que parece de fábula, cada cosa está en su puesto, cada uno en su mundo particular;  todo es tan confortable y limpio que podríamos estar allí todo el día, las personas van allí con sus mejores trajes y mantienen una actitud de placidez ejemplar en semejante templo del bienestar. La limpieza y el orden la mantiene un ejército de seres invisibles que usan uniformes ridículos para diferenciarse de la gente que disfruta del espacio público; los espacios comunes pueden compartirse sin la interferencia de ningún objeto, animal o persona extraña a ese ambiente. Cualquier comportamiento por fuera de lo establecido o esperado, que genere incomodidad o disgusto para los intercambios o la “sana diversión” que allí se ofrece, es inmediatamente neutralizado por los agentes encargados de la seguridad, que tienen fuertes esquemas y protocolos para garantizar la tranquilidad de los que habitan temporalmente allí. Adicionalmente son pocos los resquicios que permiten a la multitud observar el horrible entorno, desaseado, lleno de gente indeseable que está por fuera de aquel lugar de maravilla y que conforma el mundo de los que no están, porque son tontos y no quieren, porque son feos y se avergüenzan, porque son pobres y no tienen. Allí sólo caben seres especiales que saben comportarse y tienen lo necesario para cumplir el rol que se les asigna y que no están dispuestos a preguntas empalagosas como: ¿Quién y cómo define las políticas de seguridad de este espacio? ¿Quién define quien puede o no permanecer, qué actividades se pueden desarrollar y en qué horarios?, quién gobierna y cómo se maneja este espacio que – si nos atenemos a una definición simplista- es público, porque allí todos tienen acceso. Algunos malpensados ya se figuran en su cabeza la universidad del futuro, pero no. Estamos hablando del centro comercial.

El debate acerca de las pintas en las paredes de la universidad, en un aspecto, nos cuestiona y plantea la necesidad de ser más creativos, pulir la forma, ser más claros en la idea y eso siempre es bueno. En otro aspecto nos remite a dos temas que de manera casi circular han venido planteando ciertos sectores: la libertad de expresión y el concepto de lo público. Dos temas frente a los que expondremos algunos puntos de vista que indudablemente se quedan cortos ante la complejidad de las contradicciones universitarias y nacionales. Cada uno de estos temas puede abordarse desde perspectivas políticas distintas. Lo público puede asumirse desde dos acepciones: los espacios comunes donde todos nos encontramos, esos espacios son cualquier lugar fuera de la casa o del ámbito íntimo de cada cual. Es posible que de ese modo la discusión asuma dimensiones estéticas, de gustos o disgustos, de “higiene” vs “suciedad” donde lo público va hasta la pared, hasta la apariencia y la forma. Es ésta una definición que creemos muy restringida, porque, hasta para el más espiritual de los humanos,  toda acción tiene un significado en relación a los contextos sociales y las relaciones de poder en que vivimos.

 De este modo nos aproximamos a una segunda definición de lo público que, queremos precisar, debe referirse primero y ante todo al acceso a  la configuración del discurso público, es decir, la participación en la definición de tal discurso es la participación en la cosa pública, en las orientaciones políticas y sociales que configuran las relaciones de poder en las sociedades. La participación en lo público, es en última instancia, la participación en el poder político, lo público entonces va más allá de la pared, y necesariamente incluye la posibilidad de abrir el espacio político para los comportamientos y planteamientos disidentes. Negar esto es pretender que sean sólo las autoridades o las elites en el poder quienes definen lo que se puede debatir y lo que son asuntos exclusivos de quienes toman las decisiones políticas. Lo público es un campo de encuentro y también un campo de disputa, lo público se adentra en la cuestión política del manejo y control de los recursos, de la participación en las definiciones del poder público.

El acceso a lo público, lo es a la configuración del discurso que se ocupa de los asuntos que en teoría nos competen, comprometen y afectan a todos. Hoy en Colombia ese acceso es restringido, lo tienen los detentadores del poder en la sociedad y logran, entre otras cosas, mantener esas mismas relaciones de poder autoritarias y antidemocráticas, haciendo que amplios sectores se identifiquen con su discurso, lo reproduzcan y crean, por ejemplo, que si opinan las directivas universitarias o las autoridades nacionales, sus opiniones son técnicas y no tienen nada que ver con su orientación política, pero si opinan los estudiantes, los profesores y los trabajadores, en contrario a las autoridades, su opinión es entonces una expresión ideológica, cuando no de odio y frustración.

Esto refuerza las relaciones de poder existentes y constituye la hegemonía del discurso en la que surge el otro demonizado, el fanático, el enfermo social. La patologización del pensamiento y el comportamiento disidente en la sociedad, es la que da lugar al tratamiento de indeseables, sujetos problema y por tanto prescindibles, la no gente, suprimibles, o erradicables que no escuchan ni tienen argumentos. Por ese camino se consolida el pensamiento único cuasi religioso donde lo que no es oficial es herejía política.

Llegamos entonces a la relación existente entre lo público y la libertad de expresión. Esta última como derecho social construido histórica y colectivamente, como conquista sobre la opinión irrefutable otorgada por la divinidad a reyes, chamanes, sacerdotes o escrituras sagradas, como la posibilidad original de pensar y expresar posturas que cuestionan el poder incluso para derrocarlo o para  reinventar nuevas formas de ejercerlo. Por ese camino la libertad de expresión surge como una posibilidad concreta de buscar la participación en el poder político, es decir, de acceder a lo público.

Una visión estrecha y pueril de la libertad de expresión conduce a pensar que consiste en algo así  como: “Haz lo que quieras pero jamás violes la ley, opina sin molestar a nadie, sin hacer preguntas acerca del tiempo y del mundo en el que vivimos”. ¿Pero si es la ley lo que cuestiono?, ¿si es la ley que considero injusta la que precisamente quiero transformar?

La imposibilidad de las expresiones alternativas al poder, como quiera que ellas vengan, es sembrar la imposibilidad de la incidencia en ese poder político. Si la libertad de expresión se reduce a una libertad como la de los dementes, que pueden hacer lo que quieran porque hagan lo que hagan a nadie le importa. Tienen todas las libertades salvo la que importa, la libertad de actuar en la sociedad, de participar en el poder político y en la cosa pública.

Ejemplo de la casa: nosotros impulsamos la constituyente universitaria, en función de construir una comunidad de sentido donde todos quepamos, que entienda su pertenencia a la UN como capacidad de definición en el rumbo de la universidad, como capacidad de incidencia en las decisiones que orientan el futuro y la relación  de la universidad con el país, como una expresión de democracia universitaria, de acceso a la cosa pública, a la definición del discurso público para aportar a la superación de la tragedia nacional. Si nuestras propuestas y denuncias simplemente son silenciadas, estigmatizadas, definidas como obra de malvados y oscuros intereses, culpables de toda nuestra desgracia. Entonces nuestra posibilidad de participar en el poder político y en las definiciones políticas se esconde, se oculta, se niega sin el acceso a los medios y a la posibilidad del discurso público. Un  artículo nuestro acerca del control territorial sobre la universidad por parte de jibaros y paramilitares en asocio con la policía, para favorecer los negocios de Sarmiento Angulo con el rector y el vicerrector de sede, no va a salir en semana, ni en cromos, así de simple. Al emperador no le gusta que le digan que está desnudo.

 El debate en torno a la libertad de expresión y las formas correctas de expresarse recoge discusiones sobre los modelos éticos, estéticos, políticos que cada cual propone, por esa razón es muy difícil que alguien defina entre nosotros qué es bueno, qué es malo qué es bonito y qué es feo. Ya se ha visto mucho en la historia que significan esas definiciones del mundo: los árabes,  los negros, los judíos, los indios, los homosexuales, los latinos han sido muchas veces culpables de ser feos, indeseables, de generar la situación de crisis, de dañarlo todo, de incomodar nuestra existencia. El chivo expiatorio sirve para transferir la responsabilidad de quien toma las decisiones hacia los mismos afectados por esas decisiones.

En la concepción higienista de la universidad en la que todo (menos lo importante) está en su sitio, lo feo no se acepta, lo que incomoda al mostrar lo problemático dentro o fuera de la malla debe ser erradicado. Después de todo al centro comercial se viene a relajarse y a no pensar en los problemas del mundo y todo lo que nos evoque  esos problemas y dañe nuestra sensación de confort es malo.

La ilusión de una sociedad o una universidad sin conflictos, diluidos sus intereses en un consenso absoluto y una convivencia cálida, silenciosa y exenta de contradicciones, es sólo una ilusión. La sociedad y la universidad como universalidad se desarrollan en medio del conflicto y la hostilidad de intereses, posturas políticas y concepciones del mundo diversas. Y es ese debate el que debe expresarse más allá de la pared, creemos que debe manifestarse en la definición del rumbo universitario, en participar en las definiciones políticas y no solo en acuerdos sobre si muros o carteleras, pintas o murales, blanco o de colores. ¡Eso que blanco ni que colores! No es aceptable una situación en la que nosotros como comunidad, podemos opinar sobre tonterías porque supuestamente tenemos menor capacidad, mientras ellos que en teoría son los miembros inteligentes de la comunidad, toman las decisiones importantes, les hacen propaganda, las imponen y  a eso le llaman consenso.

La universidad diversa es la universidad que define para sí misma su rumbo histórico, que define su papel y su aporte en la construcción de una nación sin guerra, sin exclusión, sin autoritarismo, para que esto deje de ser un país y una universidad donde aceptamos todo lo que nos imponen, porque nos han enseñado en los últimos años que democracia es votar a ciegas y legitimar así un conjunto de procedimientos para penalizar y para excluir.

 Entendemos que aquí se vinculan muchas discusiones que superan este espacio, y que tocan con la validez de la política desde la acción directa. Hay mucha tela por cortar en torno a esto pero nos saldríamos del ámbito de la discusión. Queremos cerrar con una bella cita que del Quijote, EZ recoge en su texto “sobre la lectura”:

“Don Quijote cree en los libros de caballería, es una locura, ¿por qué una locura? Porque no son una ideología dominante y por eso los pone Cervantes; en cambio si fueran una ideología dominante no serían una locura. Por ejemplo, el cura le dice a Don Quijote: "Y vos alma de cántaro. Don Quijote o Don Tonto, o como os llaméis, quién ha venido a contaros que hay gigantes, malandrines y encantadores, ni los hubo nunca en el mundo y por qué no vais a preocuparte por tu mujer y tus hijos en vez de ir disparatando por el mundo?". Y Don Quijote le dice: "¡Ah! pero la biblia que no puede faltar en nada a la verdad, nos enseña que los hubo, contándonos la historia de aquel gigantazo de Goliat". En otras palabras don Quijote le dice al cura que el problema consiste en que mientras él —Don Quijote— cree en los libros de caballería, el cura cree en la Biblia. El cura cree que lo de Don Quijote es loco porque lo siguen pocos y lo suyo es cuerdo porque lo siguen muchos.”

Creemos que allí está el fondo del debate. Debatimos desde posturas políticas diferentes y desde identificaciones sociales distintas. Por lo pronto a quienes piensan que estamos locos les decimos que sí, que reivindicamos la locura como la posibilidad de inventar mundos posibles, nuestro comportamiento es desadaptado por que cuestiona la ideología dominante. Hay que estar loco para meterse a esto e ir en contra de  un estado de cosas delirante, eso nos hace revolucionarios, eso nos hace encontrarnos con el pobre, con el excluido, con el marginal, eso nos identifica con la locura, con la vida que se desborda de los cauces establecidos, con la dignidad de los que luchan aun sabiendo que van a perder. Por eso estamos orgullos de ser negras, pobres, homosexuales, indios, campesinas, de ser la raza cósmica latinoamericana; por eso nos identificamos con esas clases que son lado invisible de la  sociedad y nos comprometemos en sus luchas, no tenemos miedo de enfrentarnos al abismo aterrador de lo desconocido,  porque la lucha revolucionaria es la incertidumbre y lo que pase con la suerte de los más débiles nos afecta el ser y la vida. No queremos ser europeos, no queremos ser gringos, no vamos a repartir el veneno de la resignación que amansa la rebeldía. No somos serviles y tampoco cargamos odio o frustración en nuestros corazones, es decir, no luchamos para ser libres. Es al contrario: porque somos libres luchamos….
















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PONENCIA PROYECTO SR. RAYÓN



En primer lugar, me referiré a algunas consideraciones sobre la libertad de expresión. Posteriormente me centraré sobre lo público y el actuar o las formas de algunos dentro del campus, para luego tocar brevemente el porqué de nuestro proyecto y finalizar con algunas propuestas.

Libertad de expresión
Algunas personas han relacionado el acto particular de expresarse en una pared con la libertad de expresión en general, con lo que si se cuestiona o interviene un rayón se asocia eso a la censura y a coartar la “libertad de expresión”.

Respecto a lo primero habría que decir que acusar de censura la intervención de rayones, desconoce que para censurar se requiere poder autorizar o prohibir la divulgación de cierta información. Nuestro proyecto es incapaz de censurar, no somos quién para autorizar o prohibir nada, esa no es una facultad que ostentemos; nos acogemos a las mismas reglas de libertad y tocamos los letreros invocando el mismo “derecho” que invocaron quienes lo escribieron primero.

Respecto a lo segundo, resulta curiosa la férrea defensa de esta libertad en abstracto. Asumen algunos entonces una noción de libertad absoluta que debe ser respetada en todo momento, así, los muros del campus reflejan la ausencia de reglas mínimas y configuran un “libre mercado de ideas”, usando el término del juez estadounidense Oliver Holmes, libre pero no equitativo, con lo que se deja en evidencia el individualismo de algunos grupos autores de los mismos. El campus podría ser considerado como territorio en disputa por unos grupos que defienden celosamente sus obras en la pared acusando a quien se atreva a tocarla de “coartar” su libertad de expresión. ¿Acaso se preguntarán los autores de los mismos sobre la posibilidad de limitar dicha libertad? ¿Acaso estarían ellos dispuestos a aceptar, como el filósofo Ronald Dworkin, que es válido defender el genocidio, emitir un discurso de odio, aludir a símbolos violentos como unas esvásticas y un mural de Carlos Castaño, todo cubierto por la “libertad de expresión”? O por el contrario, aceptarían límites y reglas básicas. Ante estos actos llamarían al respeto, pero ¿no ha irrespetado el rayón en un primer momento la noción o el deseo de algunos de querer la pared sin rayones? ¿Cómo respetar lo que irrespeta y a veces daña el patrimonio público?

Algunos parecen defender la idea que la pared es el único y más adecuado medio para comunicar, desconociendo la existencia de otros medios de comunicación más eficaces, como el internet, donde hay incluso portales populares y alternativos. ¿Es la pared el único medio? ¿Si se quiere decir algo no se pueden utilizar carteleras, panfletos, debates, etc.? Muchas veces, el rayón un poco exitoso intento de comunicar resentimiento e insatisfacción y en vez de ser vehículo de cambio se constituye en una herramienta de privatización y territorialización del espacio en el que todos vivimos, en una suerte de fósil que, agrupado alarmantemente en ciertos lugares, contribuye a un ambiente general de contaminación visual y a la generación de una imagen de abandono que agrava la ya difícil situación estructural de muchos edificios del campus. Siguiendo al semiólogo Armando Silva, los excesivos textos verbales con una gastada capacidad semántica y la misma focalización enunciativa no representan, ni mucho menos, un verdadero graffiti con altura poética, política o comunicacional.

Finalmente, el ejercicio de la libertad de expresión conlleva deberes y responsabilidades para quien se expresa. Es del todo irrazonable expresar cualquier cosa en cualquier lugar, esa imposición egoísta que en ocasiones llega a ventanas, espejos, salones de clase, cortinas, techos y estatuas satisface el interés del autor en detrimento de los intereses de otros que también son usuarios de estos bienes, es el reino de la desproporción y del abandono. El derecho al disfrute del ambiente no es privilegio de unas minorías. Tenemos derecho a disfrutar del campus, el que se raye indiscriminadamente es una pista del gran desconocimiento que impera respecto a estos edificios que recorremos a diario, uno no valora lo que no conoce, y en todo caso no hay que ser arquitecto para tener cierta sensibilidad respecto al espacio compartido. Detrás de las restauraciones de algunos edificios que ahora se realizan hay un trabajo no sólo físico sino académico involucrado, desconocer ese hecho a la ligera niega otras posturas que no tienen más fuerza que las palabras para oponerse al hecho del rayón. Hacer un garabato con nuestra firma o la de un grupo es algo que no haríamos normalmente en nuestra casa ¿por qué aquí sí? ¿Acaso no consideramos este lugar nuestra segunda casa? “¡Ah pero como esto no es mío!” diría Garzón. Como humanos buscamos habitar espacios agradables, esto no tiene bandera política, muestra de ello es la ausencia de rayones en Universidades Públicas en todo el mundo: Melbourne, la Staatliche Bauhaus, Oxford, la UNAM, la Universidad de La Habana, incluso la Universidad Nacional Sede Manizales, a esta sede en la época en la que con cariño se le decía “ciudad blanca”. Por lo anterior, acordar límites básicos en pro de la convivencia es imperativo.




Territorio público.
Respecto de lo público, que es de todos, vale la pena recordar cómo en los 60s el Rector Patiño, frente a la situación espantosa de la universidad resolvió arreglarla en compañía de Camilo Torres, quien se desesperaba porque aparecía mucha basura al frente de la capilla. Él ayudó a sembrar árboles, pintar de blanco de nuevo los letreros en algunos edificios, entre otras cosas. “El día que un estudiante sienta que dañar una pared o romper un aparato de la Universidad es dañar algo propio, habremos cambiado de actitud” decía. ¡Nos sumamos a su crítica, esta Universidad es patrimonio de todos, no de nadie ni sólo de los sectores populares, de todos y todas!

Continuaba Garzón afirmando: “la Universidad Nacional tiene además la fama de que es cuna de movimientos políticos, creo que eso se acabó hace mucho tiempo (…) la Universidad, que es un espacio neutro, un espacio científico, un espacio dedicado ¡única y exclusivamente! al conocimiento, eso se ha perdido mucho, han vuelto con los violentólogos y los profesores poseedores de la verdad” palabras que no han perdido vigencia, y que aplican al resto de Universidades Públicas del país.

Con lo que nos acercamos a una reflexión subsiguiente relacionada con el actuar violento o irrespetuoso de lo público de unas minorías dentro del campus, y es la que tiene que ver con la manera en la que concebimos esta segunda casa. Pero primero digamos cómo se explican estas minorías. Detentadoras de un control importante del territorio y de los bienes que en él están, replican con sus contradictores en el campus las mismas estrategias que cuestionan de los detentadores del poder a nivel nacional. Siguiendo a William Beltrán, pareciera que fuera la sociología de la religión la llamada a explicar cómo algunos actúan como sectas cerradas y totalitarias, herederos del dogmatismo y la intolerancia de cierto catolicismo ultramontano, han excluido cualquier oposición de facto. Algunos erigen rígidas barreras simbólicas entre sus miembros (los depositarios de la verdad) y las multitudes, que carecen de las virtudes especiales que los sectarios se atribuyen a sí mismos”. Según Fernando Zalamea: “en la Universidad, además de la administración académica y una mayoría “silenciosa” de profesores y estudiantes hay unos “guardianes de la revolución”: minorías de estudiantes y profesores, aparentemente iluminados, detentores de una suerte de “verdad” social y política, quienes, gracias a acciones de “justificada” violencia folklórica: bloqueos, agresiones verbales, destrucción física de las instalaciones, pedreas, papas bomba. Y la administración responde de la peor forma posible al desalojar el campus, alejándose del exitoso paradigma consensual de la Reforma Patiño.”
Frente a ello hay que decir que nos consideramos “cuerpos sentipensantes” –utilizando el término recogido por Fals Borda de un humilde pescador- que actuamos con el corazón pero también empleamos la cabeza, tejemos comunidad día a día sabiéndonos libres de dogmas e ideologías ogligatorias, somos estudiantes de Universidad, no borregos de propósitos ajenos, ni “mamertos” o “fachos”, somos, eso sí, diversos. Estamos dotados de idénticas capacidades para temblar por las injusticias y hervir por la maldad, somos capaces de percibir el mundo y de compartir luchas o causas.

En segundo lugar, compartimos la visión de Garzón de la Universidad, y nos sumamos también a la de Luis Eduardo Hoyos según la cual ésta “no es una institución eminentemente política -como tampoco lo es religiosa- sino comprometida con el conocimiento y el desarrollo cultural y científico /lo cual no riñe con que ese conocimiento incluya a lo político y que los miembros asuman posiciones políticas–como ahora nosotros-/”. Por ello estamos aquí reunidos, para dar a conocer nuestros puntos de vista como disidentes, de manera racional,  y no yéndonos a las patadas. Vale la pena complementar lo dicho con las consideraciones del profesor de la UniValle Julio Cesar Vargas, en el sentido que: “Si bien es cierto que la universidad tiene espacios exclusivamente académicos, los cuales no persiguen fines políticos, un "miembro académico", sin embargo, puede participar de la actividad política (…) cuyo sentido no es la lucha por el poder o la política partidista, sino que reside en ofrecer luces teóricas y críticas que contribuyan a la construcción del mundo”.  

En esta ocasión, nosotros nos oponemos al statu quo imperante en el campus, que lo ve como una mera hoja en blanco para rayar, un bastión de resistencia al poder estatal y un barrio al que la policía no entra (idea peligrosamente sugestiva hasta para jíbaros). Como una universidad únicamente popular, excluyendo de plano a estudiantes provenientes de otras clases sociales.  Valga la pena recordar cómo Camilo Torres respondió cuando fue requerido por unos estudiantes en el 59 para que diera su opinión sobre la quema de automóviles como protesta contra las alzas de los precios del transporte: “Me parece a mí que lo que ustedes están haciendo lo podría hacer igualmente gente menos preparada. Uno no necesita segundo o tercer año de carrera universitaria para volcar un bus o incendiar un automóvil. Yo sé que ustedes han hecho estas manifestaciones como señal de solidaridad con la clase obrera. Pero los estudiantes deben tener métodos más eficaces para ayudar a los obreros y a la gente menos privilegiada” así, tirar piedras y dañar el patrimonio público no se compadece como medio para alcanzar tales fines, es claro que, como Camilo ejemplificó, hay mecanismos más eficaces, recordemos su grupo de trabajo con la gente en Tunjuelito o en Yopal. Mientras se pierde el tiempo en estos rituales inútiles dañando la imagen de la Universidad, se espanta a potenciales aliados, afectando especialmente a quien poco tiene que ver con el conflicto y se termina traicionando el fin del cambio  social. El poner al servicio de los menos favorecidos nuestro conocimiento riñe tangencialmente con estas muestras tradicionales y conservadoras de desfogue.


Sr. Rayón
Respecto al proyecto, hay que decir que de la experiencia, poco eficaz, conocida en su momento como “pintemos la nacho de blanco”, la cual se manifestó en contra ciertas dinámicas que subyacen a los rayones, surgió una propuesta alternativa, más dinámica y jocosa: el Sr. Rayón. Quien desde el arte señala y cuestiona al rayón ironizándolo. El humor surge así como herramienta útil para promover el debate, es una suerte de bufón llamado a cuestionar la dinámica de poder e imposición. Es claro que no busca imponer ninguna visión del campus, como el de uno totalmente blanco, sino facilitar un debate en torno a ello para abonar el terreno y facilitar acuerdos básicos en torno al uso del espacio. Tampoco es un personaje del que puedan esperarse explicaciones como si fuese un legítimo contradictor en un debate formal, por el contrario es un sujeto que respeta su propia narrativa de parodia de superhéroe para señalar y producir más preguntas que respuestas. Sabe que el arte es una herramienta de reflexión, crítica y provocación, protesta valiéndose de formas llamativas que lo han llevado a poner en riesgo su integridad. Dicho sea de paso: este proyecto rechaza enfáticamente y ve alarmado el creciente discurso de odio y de recurso a la violencia contra el personaje y contra miembros de la Liga del Rayón, es totalmente inaceptable el que en grupos de discusión, en pasillos o en redes sociales se nos tilde y amenace, replicando las nocivas prácticas de cierto ex presidente encumbrado en canales de “historia” que hablan de aliens y camioneros.






Propuesta

Como la diferencia de pensamiento es una riqueza, promovemos el que se busque comprender al otro en su propia subjetividad para construir puentes de comunicación, respetando su capacidad para razonar y tejer la realidad mediante argumentos y no mediante credos, con lo que creemos se puede aportar al camino de la convivencia y la paz. Al atacar al otro en su persona, echándole en cara sus circunstancias particulares no se construye, por el contrario, se le afianza en su postura, se fortalecen los prejuicios y se desconoce de plano la diferencia. La diversidad incluye gente de todas las posiciones políticas, incluso apáticos: la gente tiene derecho a ser apática o a indignarse por lo que quiera. Que lo anterior sea o no una situación deseable es otra discusión, si no lo es hay que buscar la manera más eficaz de convencer. Como seres sintientes, podemos lograr empatías frente a situaciones que podemos calificar libremente de “injustas”, pero como seres inteligentes debemos poder ser capaces de organizarnos sin imposición alguna, en torno a eso que nos indigna para procurar cambiarlo.
De lograrse esto, es posible que un día en el campus las pedreas y rayones, como símbolo de una indigestión comunicativa, tiendan a desaparecer; no porque las circunstancias injustas denunciadas desaparezcan, sino porque el entendimiento y trabajo colectivo creativo sustituirá estos métodos inútiles por otros. El conflicto siempre estará, pero en la medida en que la inteligencia y el diálogo libre de imposiciones se erijan como pilares de cambio, la violencia y el odio no florecerán tan fácilmente. En el entretanto habrá ahora o en el futuro un Señor Rayón que señale y cuestione.

Si la comunidad que habita un territorio considera aceptable utilizar ciertas paredes para comunicar ideas, no debería ser una lucha del que primero llegue cada que está blanco de nuevo; debería haber espacios fijos convenidos para ello y que los demás espacios se respeten y se dejen blancos. Que se piense si en realidad muchos signos en la pared se han convertido en mensajes sin mayor contenido, reiterados innecesariamente y sería mejor materializar las perspectivas críticas de manera más propositiva, diferenciando entre mural, street art y rayón. En este sentido, sería necesario hacer foros en cada facultad respecto al uso de los espacios, determinar cuáles pueden ser razonables medios de divulgación y qué límites mínimos de respeto deben establecerse, recordemos la experiencia de la Facultad de Ciencias Económicas, que logró un acuerdo al respecto y donde el papel de la Administración, como un actor más involucrado fue relevante. Es importante que la administración respete la dinámica de expresión resultante de acuerdos; sería útil que desde esta instancia se dispusieran ciertas paredes para que los estudiantes podamos expresarnos allí, dejando de lado la ya vieja costumbre de pintar de blanco todo desconociendo buenos trabajos y a sabiendas de que es un acto inútil y que implica un importante gasto económico. El problema no está solamente en las paredes, el problema está principalmente aquí (señalo mi cabeza).

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Medios de comunicación y libertad de expresión en la universidad Nacional. ¿lo público al servicio de quién?



A la memoria de Diomar Humberto Angarita, Diermides Palacios, Leonel Jácome y Edison Franco
víctimas mortales del Terrorismo de Estado en el Catatumbo.

La Universidad Nacional de Colombia es un reflejo de la sociedad colombiana y como institución del
Estado mediante la cual, junto con la escuela, los grandes medios o la iglesia, la clase dominante
construye hegemonía para mantener sus privilegios, repite los esquemas de exclusión política y
profunda antidemocracia por falta de dos conceptos centrales que deberían regir para un centro público
de formación, los cuales son la autonomía y la democracia.

Tanto la participación política como la libertad de expresión son propiedad exclusiva de la clase
dirigente del país la cual ha monopolizado tanto el poder político, el económico, el financiero como los
medios masivos de comunicación. Es diciente que las personas más ricas del país manejan tanto el
sistema financiero como los grandes medios, llámense RCN, Caracol, City TV, El Tiempo o El
Espectador mientras que la televisión pública es prácticamente inexistente configurándose como única
excepción Canal Capital en el último periodo aunque aun con serias limitaciones especialmente en lo
que a difusión se refiere.

Y mientras esto sucede en el país, en la Universidad Nacional se repite lo mismo a menor escala. El
rector es impuesto por el Consejo Superior Universitario que es controlado por el gobierno nacional
que a su vez es elegido gracias al poder económico, financiero, mafioso y mediático. Y de ahí para
abajo la situación es la misma, las demás directivas son puestas a dedo y Unimedios, tanto en prensa
escrita como en la página de internet y en la emisora, habla de todo menos de las crisis internas de la
institución mientras obedece ciegamente a los mandatos de la dirección de la universidad sin
participación alguna del estudiantado como si éste tuviera nada que decir o más bien como si fuera el
enemigo interno que hay que acallar.

La antidemocracia en el gobierno de la universidad es total. Reformas inconsultas a la comunidad
académica, proceso de claustros y colegiaturas que sólo sirven para aparentar participación porque no
son tenidas en cuenta, consultas a estudiantes, profesores y egresados que son sólo una pantomima,
arbitrariedades como el perverso nuevo examen de admisión en donde a la mayoría no se les permite
escoger carrera, en fin, una institución casi dictatorial cuyo régimen no puede ser puesto en peligro y
por eso su poder mediático, Unimedios, no permite una sola voz disidente al régimen del quinto piso
del edificio Uriel Gutiérrez.

No se permite un sólo comunicado enviado por la representación estudiantil al correo masivo, una sola
referencia en los medios oficiales de la Universidad a las protestas, paros, marchas o problemas al
interior del campus si no es para condenarlos, eso sí, dejando limpia la imagen de las directivas, las
cuales se convierten mágicamente en víctimas. Unimedios sirve para expresar y analizar los problemas
del país pero jamás para discutir sobre sus propios problemas y para qué si un “campus de talla
mundial” tiene que esconder sus conflictos debajo del sillón de plumas de ganso porque para el rector
lo importante es aparentar.

Mientras los grandes medios de comunicación en Colombia mienten y ocultan cómplicemente los
crímenes del terrorismo de Estado, como actualmente ocurre en el Catatumbo, de la misma manera
Unimedios no permite nunca un debate sobre un paro estudiantil o de trabajadores, mostrando sólo la
versión oficial, la de las directivas.
Pero afortunadamente la Universidad es mucho más de lo que quiere el gobierno que la desea poner en
su bolsillo, eso sí, sin financiarla, o de su rector y vicerrectores ilegítimos. La UN es su comunidad
académica y le pertenece a la sociedad en su conjunto, por eso no se queda callada ni se pone de
rodillas ante el poder ilegítimo.

Mientras Unimedios calla, las paredes hablan, mientras el poder aparenta, la comunidad debate sus
problemas y como los medios institucionales no informan o muestran sólo lo que les conviene, surgen
escenarios de información contrahegemónica y de contrainformación para hacer frente al cerco
mediático, sin la capacidad económica ni de difusión pero que se hacen escuchar. Y es, entones, éste un
escenario de debate ideológico donde se disputa la hegemonía. La maquinaria contra lo alternativo, lo
homogéneo contra lo diverso, David contra Goliat.

Por eso mismo creemos que la intención de comunicar no debe ser coartada bajo el estereotipo de la
comunicación como un privilegio para instituciones especializadas, con recursos y una estética
definida; comunicar es un derecho de todo ser humano, necesario para que se le tenga en cuenta, como
él lo desee hacer, obviamente bajo la premisa del respeto a las ideas del otro, con el debate como único
mecanismo de confrontación.

Como medios alternativos, nuestro accionar no solo pasa por cubrir lo que sucede e informarlo, sino
ubicar de dónde provienen esas noticias, qué intereses hay en el fondo, cuestionar el orden existente y
hasta tomar posición sobre lo acontecido; y en el caso especifico de este debate sobre la libertad de
expresión y el uso de lo público hay mucha tela por cortar. Como en muchas publicaciones hechas por
nosotros, lo hemos mencionado, no es la primera vez que se pone en la mesa y de manera parecida este
debate en la universidad; claro que hay gente que quiere las paredes blancas, claro que hay gente que
está en desacuerdo con las propuestas que provienen de los revolucionarios, aún más claro que existe
mucha gente en desacuerdo con el accionar clandestino, así como está claro que hay muchos en
desacuerdo con la sátira y el saboteo como único mecanismo para dar los debates.

La Universidad Nacional por su composición tan diversa –fruto del origen y las múltiples experiencias
que han vivido los individuos que hacen parte de la misma - es un escenario de exposición de
multiplicidad de posiciones y propuestas, algunas que se complementan, otras que se contradicen. Sin
embargo desde hace mucho tiempo no se veía tan fuerte el renacer de variadas iniciativas que
influenciaran con tanta fuerza a la comunidad universitaria; sólo para mencionar algunas, podemos
hablar esté semestre de los compañeros que se movilizaron en contra de la expropiación de los terrenos
de la universidad, todos los que se han expresado a favor de la renuncia de Mantilla, los que exigen una
constituyente universitaria, los que cuestionan las pintas en la universidad y plantean redefinir el uso
de lo público. Y aunque todas han buscado sumar a los estudiantes con el único fin de mejorar la
universidad, han existido discordias entre unas y otras, aún mas, se han conformado sectores entre los
que están de acuerdo con una u otra propuesta y los que no.

Pero frente a esta situación, sería imposible no mencionar que la propia identidad de la universidad se
ha construido con las iniciativas de todos aquellos que se han esmerado por cambiar los “paradigmas”
frente a lo que debería ser la universidad –tanto hacia adentro como hacia afuera-, ejemplo de esto la
lucha por que la plaza Che no se llamara plaza Santander como la institución lo deseaba; por hacer
pintas y murales en honor a nuestro pueblo campesino, indígena, trabajador, que claramente no está
presente en los intereses que dan origen a la Educación superior; por hacer placas y bautizar edificios
para no dejar olvidar a todos aquellos que han muerto por un mundo distinto, ni las ideas por las que
murieron; por informar y dar a conocer de una manera diferente nuestros pensamientos, iniciativas,
inconformidades.

Esta identidad se ha construido de manera plural y diversa, con el común denominador de re apropiar el
territorio, de darle contenido a las cosas no solo por su función, sino por su historia, y esto no solo lo
hacen los revolucionarios, sino los estudiantes de artes, de diseño, que recrean los espacios existentes
plasmando sus ideas en distintos lugares; incluso hubo quien no se puso a blanquear las paredes sino a
pintar lo que quería, con una característica que nos incomodó a muchos y es que para hacerlo se valió
de las ideas ya existentes transformando su contenido en vez de pintar sus propias propuestas.

Para nosotros está muy lejos de nuestras intenciones una universidad sin colores, sin ideas, neutra como
la desean algunos desde el poder como el vicerrector de sede. Creemos que la pinta y el mural es una
forma de comunicación y que la comunicación es una necesidad en la actualidad, sobre todo cuando la
institucionalidad y los medios masivos informan solo que les conviene y desconocen las alternativas
que el pueblo plantea.

Consideramos que la disputa por los papeles pared de la UN debe hacerse en el ámbito de la
creatividad, en el ámbito del color, de la escritura, en las arenas de lo creativo y de lo expresivo. Es
sorprendente cómo algunos alzan banderas para borrar con blanco las libertades que desde antes que
todos naciéramos nuestros ya maduros compañeros conquistaron. El discurso de la neutralidad de un
color no se sostiene cuando este color se impone sobre lo que otros han hecho con amor, a lo que otros
le otorgan significado. La libertad de la que aun gozamos no es retórica, es factual: pocos son los
espacios en Colombia en que puede plasmarse materialmente lo que se piensa sin ser condenado, sin
ser criminalizado y sin que se le encarcele o dispare. La UN aún sigue siendo un espacio abierto para
que jóvenes como Diego Felipe Becerra vengan y hagan su arte y no sean asesinados en las calles o
sean encarcelados, maltratados, forzados a lavar estaciones y baños de policías.

El blanco no nos representa a todos, los colores no solo se viven en la óptica, sino también en la
subjetividad: para nosotros el blanco es el color de la Colonia, el color en que se pintan decenas de
edificaciones en Cartagena, Mompox y Popayán que nos recuerdan la cuadrícula arquitectónica
española, el sometimiento, la imposición, la aniquilación de la expresión. Por eso hemos hecho del
blanco el color del papel, el color en que se escriben las ideas de libertad. Nuestro puño tiembla
eufórico cuando la retina descubre la uniformidad incólume, la frialdad expresiva, la sobriedad
desabrida de este color. Blanquear las paredes de la UN equivale para nosotros a quitar las palabras de
un libro abierto desde décadas, un libro ganado a pulso por los compañeros que nos precedieron, un
libro al alcance de nuestras manos que no necesita de autorizaciones, erratas, consejos editoriales, ni de
inquisiciones para ser escrito. Son cientos de páginas que esperan por ser llenadas con palabras y
dibujos, están disponibles a todas las edades, a todos los colores de piel, a todos los géneros, a todas las
nacionalidades y también disponible para ser escritas por ustedes.

El llamado que hacemos es a que todas las expresiones religiosas, deportivas, políticas, filosóficas, etc.
se apropien de una pared en la universidad, si necesitan una de las que hemos pintado, están
autorizados a tomarla, tenemos pintura suficiente para pintar junto a las de ustedes muchas más.
Estamos convencidos de que la crítica al supuesto “monopolio” de las paredes, también puede hacerse
creando y no señalando la congestión de discursos gráficos con la misma mano que daña el trabajo de
compañeros, la mano que destruye, que vulnera lo que otros consideran respetable y que acepta el reto
de crear. La censura y la prohibición sobre la libertad de expresión no han sido impuestas por nadie en
la UN, creemos que no debe ser tolerada en este tablado de discusión de ideas y confrontación pacífica
y constructiva de subjetividades. Cuando se pretende poner fuera del lugar de visibilidad y escucha a
un discurso se censura, eso no los enseña en su Orden del Discurso Michele Foucault.

La politización de la Universidad Nacional de Colombia que se hace patente en muchas de los escritos
en sus papeles pared no debe asumirse como impuesta, establecida por alguien. Entenderán todos los
presentes que no existe en la universidad un monstruo comunista, de piel roja y dos metros de altura
armado de martillo y de una hoz, dispuesto eliminar quien ose vulnerar las marcas de su territorio.
Creemos que la UN es un escenario donde numerosas líneas de fuerza, matices discursivos y políticos
surcan el espacio científico e intelectual. Las asimetrías que tanto son vociferadas deben entonces
excitar el trabajo y la creación en este espacio de ideas y pensamientos. Estamos seguros de que este
desafío está muy a la altura de la dignidad de nuestros detractores y que no escasean en ellos
capacidades e ingenio para llevar un poco más acá de la creatividad y la expresión algunas de las
“practicas de libertad” que usan el color blanco para superponerse invisibilizando discursos de los
otros.

La tarea de modificar las asimetrías políticas en el discurso que se expresa en ideas, en acciones de
confrontación y en pinturas en la paredes, esas mismas asimetrías internas que rejas afuera han
configurado un estereotipo de universidad en la mayoría de los habitantes de la ciudad y del país,
implica desarrollar una nueva manera de hacer las cosas, una manera pacífica y respetuosa de buscar
los mismos o diferentes objetivos a partir de un nuevo crear, de un nuevo cómo, de un nuevo para qué,
de un collage de nuevos verbos y nuevos adjetivos que no son blanquecinos ni homogéneos. Esta labor
es sana y significa que se está en buen estado el espíritu de la universidad, pero insistimos en que no se
encuentra a la medida de brochazos blancos y de actitudes de confrontación, de choque y de
actuaciones que algunos consideran como irrespeto hacia sus ideas, historia y organizaciones.
Consideramos que nuestras actuaciones sociales deben atenuarse, ponderarse y encausarse, en parte,
por lo que el otro considera que lo vulnera o lo agrede, este es uno de los pilares de nuestro concepto de
convivencia.

Hacemos un llamado a que el debate se extienda, se densifique y precipite en modificaciones y
acuerdos que impliquen el respeto mutuo entre compañeros que divergen en sus apreciaciones respecto
a las “practicas de libertad” en el seno de la universidad. Para ello consideramos que debe remitirse
toda confrontación a las arenas del diálogo y del pensamiento, y que pueden ocasionarse fricciones si
se siguen lastimando gráficamente las expresiones a las que compañeros otorgan significado histórico,
político y afectivo, siendo calificadas estéticamente cómo prosáicas y políticamente inaceptables,
siendo alteradas y destruidas en su materialidad significante por quienes esperamos asuman el desafío
de crear sus propios murales y de hacer política más allá del color blanco, de la invisibilización y de
una neutralidad discursiva que no debe imponerse al estudiantado, ni que es sano para el flujo y la
dialéctica de las ideas que imprime su sello particular a la academia. No es apropiado seguir insistiendo
en que las paredes exhiban ese mismo color de la ceguera de Saramago, el mismo color que hizo surgir
en aquella ciudad lo más detestable, lo más horroso, lo más egoísta del espíritu de aquellos hombres.
Nosotros nos resistimos a seguir viendo en color. Seguimos reivindicando el amor entre el estudiante y
su papel pared de la UN en que pueda plasmar espontáneamente y sin restricciones el precipitado
sagrado de su subjetividad.

También hacemos un llamado a democratizar el monopolio rígido de los medios de comunicación de la
Universidad Nacional. La comunidad académica, en especial el estudiantado, no tiene esa minoría de
edad kantiana ni es ese enemigo interno que el poder hegemónico de la institución cree de forma
paranóica, creencia basada en la ilegitimidad del rector que no representa a su comunidad sino a quien
lo puso en ese puesto, el gobierno nacional.

La Universidad Nacional no puede seguir repitiendo los esquemas antidemocráticos según los cuales
quienes tienen el poder deciden qué se comunica y que se acalla, sea en una pared, en una instancia de
decisión o en la prensa.
¡Que venga Colombia y que pinte sin temor su universidad multicolor
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Grave situación de hacinamiento en la cárcel de palogordo



Los presos recluidos en la prisión de Palogordo denunciamos la constante violación a nuestros derechos humanos, producto del alto índice de hacinamiento a que estamos sometidos en las cárceles del territorio colombiano debido a la perversa política criminal y penitenciaria del Estado colombiano, la desidia del Congreso de la República en tramitar verdaderas leyes que combatan las causas que originan el delito y por la judicialización de la protesta social cuya aplicación de ley de seguridad ciudadana ha originado el incremento de la población carcelaria.
En la cárcel de PALOGORDO - Giron Santander- el hacinamiento supera el 35%. En la actualidad nos encontramos más de 500 internos durmiendo en el suelo en condiciones indignas por cuanto el INPEC no ha suministrado la dotación de colchonetas, juego de sabanas y fundas de almohada.
El hacinamiento en esta penitenciaria desborda las capacidades locativas y administrativas del penal; agravándose con la declaratoria de la  “EMERGENCIA CARCELARIA” por parte del Gobierno Nacional, en la medida que reduce el hacinamiento en las cárceles de mediana seguridad trasladando el problema a las penitenciarías de alta seguridad.
Responsabilizamos al director general del INPEC General GUSTAVO ADOLFO RICAURTE, por conculcar sistemáticamente los derechos humanos de toda la población reclusa; igual forma lo hacemos responsable por acción u omisión dado a los múltiples problemas de convivencia que a diario se presentan en los centro carcelarios producto del hacinamiento el cual pone en riesgo la vida e integridad de los internos.  
Exigimos al Gobierno Nacional respeto a nuestros derechos humanos acatando las normas y tratados internacionales sobre el tratamiento de la población privada de la libertad y restableciendo de forma inmediata nuestros servicios básicos  para poder llevar una vida digna en prisión.
Hacemos un llamado a todas las organizaciones sociales y populares, solidarias y defensoras de los derechos humanos que nos acompañen con sus denuncias en defensas de nuestros derechos y la vida.
Junio 24 de 2013.

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