Se hace evidente
la falta de memoria cuando se ven
personas en una marcha abrazando a los asesinos del pueblo. La lista se hace
larga y dolorosa cuando empezamos a recordar todas las víctimas que ha cobrado
la fuerza pública en aras de defender un gobierno que sólo sirve a los
intereses de los más privilegiados. Los casos son totalmente invisibilizados
por parte del estado; lo que resulta realmente inaceptable es que nosotros
mismos los olvidemos.
Hoy hacemos un
recuento del caso de Diego Felipe Becerra, quien en la noche del viernes 19 de
agosto de este año fue asesinado por un policía en el barrio Pontevedra. Su “delito”:
querer plasmar sus ideas en el puente de la avenida Boyacá con 116. Esta muerte
es lamentable y lo es aún mas como entre la fuerza pública, los medios de
comunicación y las manipulaciones del gobierno han hecho enredar cada vez más
este asunto.
En el mismo día de su asesinato y sin importar el dolor que
pudiera estar sintiendo la familia, los titulares de los periódicos decían que
Diego Felipe había atracado una buseta cerca del lugar de su muerte. Al mejor
estilo de los falsos positivos tan característicos de la presidencia anterior y
la actual, además de asegurar que el muchacho había atracado una buseta se dijo
que incluso que estaba armado. Pero al ser este un montaje empiezan a aflorar
las inconsistencias. Entre las pruebas se encontraban el testimonio del
conductor y una llamada que se hizo al 123 denunciando el hecho; los dos dieron
números de identificación de la buseta diferentes. Incluso, el conductor del
bus se ha negado a testificar formalmente la acusación. Por otro lado, la
empresa a cargo del bus no sabía nada del atraco hasta que se supo la muerte
del joven. Así como hace falta coherencia también hace falta testigos, que hasta
el momento no ha habido. De esta forma y aunque no habría sido razón para que
un asesino hubiera acabado con su vida, se ha demostrado que no estuvo
implicado en el hecho y que sólo fue víctima de la fuerza pública y de un
montaje propio y clásico del estado.
El patrullero además declaró que tuvo que disparar en
defensa propia pues aseguró que Diego Felipe lo apuntaba con un arma, pero en
la necropsia se demostró que la bala entró por su espalda, lo que provocó un
daño irreparable a sus pulmones. Además también se pudo comprobar que no había
manipulado ningún arma. El único rastro que se encontró en sus manos era de
pintura. Con respecto a esta supuesta arma que tenía, en una grabación se
escucha como el patrullero dice que no la encuentra, pero horas después aparece
mágicamente. De acuerdo a las investigaciones que sucedieron estos hechos, el
arma estaba dañada.
A pesar de todo esto el patrullero simplemente fue
sancionado por 90 días mientras se adelanta la investigación. ¿Investigación en
un hecho tan claro? Ya se sabe quién fue el asesino de Diego pero lo único que
se quiere es distraer y hacer que el caso quede en la impunidad.
La policía además en este caso ha retenido e interrogado
ilegalmente a amigos de Diego Felipe y los ha maltratado tanto física como
verbalmente. Casos a los que también se ha hecho caso omiso.
El día 14 de octubre, para colmo de males se considera
pasar el caso a la justicia penal militar la cual como lo ha demostrado la
experiencia, parcializa sus decisiones. Hace pasar los asesinatos cometidos por
parte de la intolerancia e intransigencia de la fuerza pública, como actos en
función del servicio. El servicio se convierte en una excusa para dejar los
casos en la impunidad. Es decir que en función del servicio varios policías alteraron
la escena del crimen para hacer parecer que el joven grafitero llevaba un arma
de fuego.
Aunque el caso regresó a la justicia ordinaria, porque como
era de esperarse la justicia penal militar estaban entorpeciendo las
investigaciones, ya van a ser cuatro meses después de la muerte de Diego Felipe
y aún siguen investigando.
Rechazamos cualquier tipo de uso de la fuerza por parte de
las FFMM hacia el pueblo colombiano. Es inaceptable que por el deseo de
expresarse pintando una pared, un joven haya terminado muerto a manos del
aparato represivo del estado. Un grafitti, una pinta es arte; es la manera de
expresarnos contra este sistema que acapara los medios de información a su
antojo y para su beneficio.
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