“Y si no hay copa,
que haya cope para la gente
que salta sobre el dolor y nace
nuevamente”.
Bersuit
Fuente: Fútbol Rebelde.
Por
Salvador Fernández Sandoval.
Mucho
se habla sobre la capacidad “alienante” del deporte rey. Intelectuales de
izquierda de todo el mundo han dedicado tinta y tiempo a denostar el juego por
“alejar” y “distraer” al pobre obrero de su triste realidad. Sin embargo, hay
quienes creemos que no solo es un bálsamo, sino que es un espacio valido para
la construcción de movimiento social. Esto por la facultad aglutinadora que
tiene el fútbol. Más que cualquier otro deporte o juego, el fútbol reúne a los
iguales en torno a un interés común.
Alrededor
de la pelotita se reúne el hijo del obrero y el hijo del carnicero, aceptándose
como iguales y reconociéndose como hermanos.
Hoy
vemos como la gente se distancia más y más. Ya no existen las organizaciones
vecinales formales y funcionales, los vecinos enrejan sus casas y desconfían
hasta de sombra. Pero también vemos como se abrazan cuando Chupete o Falcao hacen un gol. Es este factor el que debemos aprovechar, tomarlo como motor
de organización y avanzar con la pelota por el lado izquierdo de la cancha.
Y
es que en el fútbol encontramos ese espacio de convergencia tan escondido por
la vorágine modernista. Es, por excelencia, el
juego más democrático del mundo. Tomas dos piedras y tienes un arco.
Tomas un pote de yogurt aplastado y tienes pelota. Para cancha está el mundo.
El
tema de las barras es un punto aparte. Pocas veces se ve un grupo tan grande de
sujetos organizados por un elemento común. Este espacio, ha sido menospreciado
por la clase política, tildándolos de delincuentes y vándalos. La
criminalización de las barras y del fútbol no es más que la evidente muestra
del temor de esta clase al poder organizativo del fútbol.
Debiésemos,
como latinoamericanos que somos, entender en el fútbol la posibilidad de pasar
por encima de quienes nos pasan por encima a cada rato desde hace 500 y tantos
años. El FMI, el Banco Mundial y la Unión Europea no existen en la cancha. En
los potreros y en las canchas del barrio, somos los reyes del mundo.
Entonces,
no es el bálsamo que muchos alegan. Es la hermosa posibilidad de construir.
Construir y divertirnos.
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