El día martes 3 de junio,
alrededor de las 2 de la tarde la Biblioteca Central Camilo Torres Restrepo fue
cerrada por vallas y acordonada, pues adentro se celebraba un banquete en el
que participaban algunos directivos de la universidad y, sobre todo,
trabajadores y trabajadoras de la biblioteca.
La exigencia de salir de la
biblioteca para quienes en ese momento hacían uso de sus espacios ocasionó una
respuesta por parte de decenas de estudiantes que se resistieron a ser sacados.
En un forcejeo que aunque existió, no duro más de un minuto, los y las
estudiantes ocuparon la biblioteca y tras exponer sus puntos y discutirlos con
las personas que se encontraron adentro; la agenda planteada para la reunión se
desarrollo con normalidad.
Este hecho podría no pasar a
mayores, de hecho el dialogo entre estudiantes y las personas del evento fue
muy fluido y sin tensiones. Reconociendo por lado y lado que las medidas de
cerrar los espacios (como el cierre dos días de la semana pasada) son
injustificadas y la universidad tiene sentido en tanto sus espacios estén
abiertos para el debate, la cultura y la construcción académica.
Sin embargo, y a propósito del
debate, ¿Por qué la administración de la Universidad pasa sin siquiera consulta
por encima del interés de miles de estudiantes de varias generaciones por
nombrar a la biblioteca central Camilo Torres Restrepo? A nuestro entender la
administración de Diego Hernandez no tiene otra motivación que desatar un
conflicto al interior de la comunidad universitaria respecto a los referentes simbólicos
de la misma. Diego Hernandez se lava las manos con relación a los debates
políticos que hay en la universidad quitando a Camilo y poniendo una imagen de
Gabo como si su interés fuera simple y noblemente homenajear al escritor.
¿Acaso cambiar el nombre los
lugares no tiene repercusiones profundas en cómo se vive la territorialidad de
los mismos? Nosotros y nosotras las bogotanas tenemos en los cerros orientales
(y por doquier) grandes muestras de que el nombre que se le da a las cosas
tiene que ver con el poder, con la negación, con el olvido… Guadalupe y
Monserrate no son los nombres originarios de estos cerros evidentemente, fueron
sobrepuestos (con templos y todo) sobre Chiguachie y Tensacá, nombres de las
montañas sagradas para los pueblos originarios de estas tierras. Así, con el
olvido de los nombres, también se impone el olvido de las prácticas y de la
historia (aunque valientemente haya gente que luche por qué perduren).
Quitar a Camilo o borrar al Che
parece que es darle un nuevo y renovado look
de talla mundial a la UN nada más. Pero no… Borrarlos es borrar parte de la
historia de la Universidad (no de las organizaciones, sino de todos y todas las
que hacemos parte de la U), es borrar la opinión y la política de la
universidad. Es la imposición del poder que existe fuera de las rejas de la
universidad y que cada vez más ocupa el campus. Es la victoria del uribismo y
su preferencia por la eliminación del detractor sobre el debate.
Ahora bien ¿Estamos en contra del
homenaje a Gabo? No, ni locos. De hecho creemos que hacen falta homenajes. Pero
recordar, como nombrar, tiene que ver con el poder. Así cuando se recuerda a
Gabo por parte de la administración se da una versión bastante unilateral de su
vida. No se recuerda al García Márquez rebelde que con su realismo mágico
conjugaba la realidad y la utopía para
pensar críticamente a Colombia y a América Latina, buscando con ello un futuro
más prometedor. Cuando Gabo recibió el premio nobel dio un discurso llamado La soledad de América, y a propósito de
esta visión light que se construye sobre
los escritores latinoamericanos señala: “¿Por qué la originalidad que se nos
admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias
en nuestras tentativas tan difíciles de un cambio social?” ahora nosotros y
nosotras preguntamos: ¿Por qué no se recuerda a Gabo en toda su complejidad
incluso en sus “tentativas tan difíciles de cambio social”?
Alguien con ánimo de polemizar
diría que con los años se hecho para atrás. Y bueno… hay que decir que su
radicalidad perdió potencia con el paso del tiempo. Ahora bien, no se puede
desconocer el García Márquez que muestra su rebeldía en espacios como la revista
Alternativa, ese que veía con buenos ojos a las propuestas radicales de
izquierda, sobre las cuales en una ocasión, en reunión con el presidente panameño
Omar Torrijos, su opinión fue: “Me parecen muy bien, siempre que ayuden a
empujar para el lado izquierdo” (Alternativa, N. 38 Junio de 1975). Hay que
recordar al Gabo que viajo a Vietnam en el año de 1979 para reportar con
admiración la situación de este pueblo que venció al imperialismo. Y así… el
punto es que hay que recordar completo, sin hacerse bolas señor Hernández.
Para terminar nosotros y nosotras
invitamos a hacer caso omiso a la intención de confrontación y olvido que
plantea la administración de Diego Hernandez. No hay que propiciar una
situación conflictiva, así como nunca lo fue la relación entre Camilo y Gabo
(entre quienes se dice hubo una sincera amistad). No permitiremos que se pase
por encima de nuestra memoria, la de la UN, nos resistiremos al olvido, vamos a
recordar y seguir haciendo historia. Por eso invitamos a las personas que
componemos la comunidad universitaria a rendir hoy jueves un homenaje a Gabo y
a Camilo. No vamos a elegir entre una opción u otra. Vamos a recordar y a hacer un homenaje completo. Pintaremos de nuevo a Camilo en el sitio que la comunidad le ha dado
por décadas, y desarrollaremos una muestra fotográfica sobre la versión de Gabo
que olvida la oficialidad. Entre todos y todas construimos la memoria de nuestra UN.
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