Amanece en la ahora calurosa Bogotá, cualquier ciclista recurrente estaría dichoso al saber que es día sin carro. Pero ocurre que se me ha olvidado la bicicleta en la Universidad. Con toda la tristeza de la situación toca madrugar un poco más para coger transporte. El taxi no es una opción por su precio, los buses pasan muy llenos, el SITP es demorado en pasar, ni modo, tocó Transmilleno y de paso no desayunar, porque los $2.000 descuadran.
A regañadientes pago el pasaje y comienza el calvario. La estación que de costumbre está moderadamente congestionada, hoy se atiborra de personas urgidas para llegar a sus trabajos y clases. Pero no estábamos solos en la estación, casualmente había 5 policías y 2 operadores de Transmilenio –algo inusual en éste lugar-, que tenían como función evitar cualquier escaramuza que pudiese ocurrir. Después de esperar 40 minutos, la gente comienza a desesperarse y de paso preguntarse por qué en un día en el que se contempla tanta afluencia de personas, el sistema no está a la altura. Cansados de tanta espera la gente grita: ¡BUSES!, ¡BUSES!, ¡BUSES!... Los policías y operadores parecían más interesados en sacar el bolillo, que en solucionar la situación llamando a los aclamados buses. A pesar de los siguientes 20 minutos tensionantes, llegan articulados vacíos para responder a la urgencia.
Ya después de clases y con la bicicleta. Salgo al centro a hacer un par de vueltas y puedo disfrutar de lo lindo que se siente tener la calle para el ciclista, no tener que frenar a momentos por el tráfico y no sentir que está en riesgo la vida a cada retorno o cuando te pasa muy cerca el particular o el bendito SITP. Al llegar al centro llama la atención el revuelo que está ocurriendo por el recorrido del alcalde Peñalosa. Siendo abucheado por la ciudadanía e interpelado por varios vendedores ambulantes, quienes son ignorados por el ilustre. Así como diría un querido compañero, ese gomelo es un antipueblo.
Luego del largo camino del centro a casa y con la sonrisa que sólo da un rápido regreso. Encuentro en las noticias que el actual Alcalde expresa que hoy será el último día sin carro del año. Otra lamentable medida de éste señor, que se le suma a la construcción en los Cerros Orientales y la reserva Van der Hammen, el alza en el transporte y el desalojo de vendedores que sólo quieren gozar de su derecho al trabajo. Pareciera que Peñalosa no sale de su oficina en el Palacio Liévano y sólo se entera de lo que pasa en la ciudad por medio de las redes sociales y los medios que alaban su gestión (pues si sale a caminar por la ciudad lo abuchean y los vendedores ambulantes lo confrontan y lo cuestionan como el día de hoy) dando la impresión que no vio a la gente de la ciudad lamentar el incendio forestal de los últimos días, como tampoco supo que nos alegramos el día de ayer cuando por fin después de tanto calor la lluvia volvió a la ciudad, la única explicación que se puede dar a la conducta de Peñalosa durante estos días es esa. Pues alguien con un mínimo de sensatez entendería que estamos en un punto en que al ecosistema de la ciudad hay que respetarlo y fortalecerlo, no salir con propuestas tan traídas de los cabellos como la de poner tuberías en el “sendero ecológico” que irá por los Cerros Orientales para así poder apagar futuros incendios con mayor facilidad.
Al hablar con los amigos sobre su día sin carro hay quien mencionan que Peñalosa tiene un pésimo sentido del humor al subirle doscientos pesos al pasaje de Transmilenio 24 horas antes del día en que la mayoría de quienes vivimos en Bogotá tenemos que usarlo porque no hay de otra. También hay quien señala la cantidad absurda de policías en las estaciones (31 en una estación es el número más grande que dicen haber visto), cómo si fuéramos a destruir las estaciones del afán de llegar a nuestros destinos. La pregunta que me surge es ¿a cuántos policías tuvieron que sacar de las calles para subirlos a las estaciones? ¿Cómo nos podemos sentir seguras las personas que usamos bicicleta como medio de transporte en esta ciudad si la policía está para obligar a la gente a pagar 2000 pesos por un pésimo servicio, pero no está para garantizar la seguridad de quienes elegimos movernos en Bogotá de manera más digna y amigable con la naturaleza y nuestros propios bolsillos?
Parece que las prioridades del alcalde son claras, lo importante es cuidar el dinero que tiene que llegar a los empresarios del Transmilenio, así con eso tengamos que seguir madrugando para esperar veinte minutos por un articulado en el que podamos buenamente entrar, así con eso la movilidad en la ciudad siga siendo deficiente y la polución en Bogotá siga manteniendo niveles elevados porque el tranvía y el metro no convienen para los negocios de quienes son dueños del transporte en la ciudad. La última opinión del día sin carro que leo es “Sólo ha pasado un mes de alcaldía y ya quiero que haya nuevas elecciones”. Buena propuesta, si más gente pensara así, podríamos intentar hacer algo.
El balance final de la jornada; nos malacostumbraron a tres días sin carro hace un año, nos malinformaron al decirnos que usar bicicleta y defender el agua y el ecosistema era la mejor manera de evitar tragedias como la de esta semana, porque según nuestro burgomaestre en 1395 hectáreas en las que se pueden plantar árboles nativos y bajo las cuales corren manantiales subterráneos, serán utilizados para hacer edificios con terrazas y corredores con alguna que otra planta sembrada.
¿Y los medios de comunicación que se tomaron en serio su responsabilidad periodística durante cuatro años vigilando, denunciando y criticando la gestión del pasado alcalde?
-Con éste: Todo Bien, Gracias.
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