Yo aborté, lo hice a la edad de los 21 años, y son muy pocas las personas que lo saben, un par de amigas quizá pero nadie de mi familia, hoy, casi diez años después puedo decir que no guardo ningún sentimiento de culpa o arrepentimiento, al contrario pienso que en mi caso fue la decisión más responsable que puede haber tomado, y no sólo por mi, sino por esa célula que pudo transformarse en persona y haber tenido que cargar con mis frustraciones, y en el peor de los casos cargar con el peso de una convivencia casi obligada con una persona con la que para nada quería tener un vínculo al largo plazo.
Diez años después paso frente a la IPS reconocida por permitirle a cientos (o miles) de mujeres acceder al ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos, y lamentablemente se topa una con un grupo de fanaticada religiosa que tienen sillas, velas, carteles y vociferan en contra del aborto, de inmediato me molesto y sigo mi camino.
Entre los pasos que doy del encuentro con la fanaticada hasta donde tomo el transporte público, pienso en lo peligroso del acto que adelantan estas personas, cuántas mujeres que como yo acuden a un establecimiento de estos para hacer valer un derecho que se tiene,- y más que por reconocimiento jurídico, por lo innato de este- a lo mejor algunas deben sentir temor, el acoso de la mirada, de la maldición hiriente, de pensar en la culpa, el arrepentimiento, ese temor que muchas veces tratan de fundarnos para evitarnos el poder decidir.
Y es que esta decisión no es sólo una decisión sobre nuestros cuerpos, claro que lo es, pero es en lo fundamental una decisión sobre nuestros proyectos de vida, y eso es lo que más le molesta a la fanática religiosa, en este caso la católica, porque una religión que se ha fundado sobre valores fundamentalmente misóginos y patriarcales no puede entender cómo es posible que una mujer pueda tener la posibilidad de decidir si quiere ser madre hoy, tal vez en unos años o nunca.
Me molesto porque me parece insoportable el hecho de que un grupo de personas quiera sobreponer su sistema de creencias mítico-religioso por encima del legitimo derecho que tenemos las mujeres a poder decidir. Yo no le voy a imponer a las demás mujeres que quieran ser madres que no lo sean, no entiendo por qué otras personas quieren imponerle a otras mujeres qué hacer en sus destinos.
Los mismos y mismas que rezaban compulsivamente, con gesto devoto, son las mismas y mismos que se desentienden con gran tranquilidad de los dramas –reales- del resto del mundo, poco o nada les importan los desplazados por la guerra, poco o nada les importan que a pleno siglo XXI las personas se mueran por falta de comida, agua potable, no accedan a educación, a saneamiento, ni siquiera un techo y lecho dignos, pero ellos en medio de su fervor religioso sólo tienen tiempo para señalar, para apuntar su mirada cargada de odio contra nosotras.
Sólo quiero decirles a esas personas que apuntan y señalan, que NO, no se vive con remordimiento, pesar y depresión, las mujeres que abortamos lo hacemos por una razón, cada una tiene su razón, pero en lo fundamental estamos en la facultad de ejercer el derecho a decidir sobre nuestros destinos, y por favor, paren ya de su amedrentamiento, si no lograron dominarnos quemando a nuestras bisabuelas y torturándolas –por cierto, gran gesto de amor cristiano- créanme que no lo van a hacer con sus velas y escapularios, saquen sus rosarios de nuestros ovarios y permítannos tomar decisiones libres e informadas, que desde siempre hemos estado en la capacidad de hacerlo.
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