27 de octubre de 2013

Santos desenfunda otra "espada"

«Pausa» o «ruptura» de la agenda es el dilema que tendrá en unas semanas, la conversación de La Habana. Episodio tal de disyuntiva, por efecto de la redefinición y pugna que sacude al mapa político interno del poder, y que solo hasta marzo y mayo, o junio; podrá variar o resultar expedito, para uno o ambos de los factores en contradicción: Santos-Uribe. Con anticipación, "La paz: sometida a una «maniobra» de más tiempo", tituló nuestro editorial de mayo-junio de este año, edición N° 191.

En este avatar, la paz justa que subyace bajo la determinación y acomodo de las necesidades del poder y la noticia, no es una necesidad que apremia y motiva con aceleración y entusiasmo al público general. Un cuello de botella que depende, de la correlación interna –contradicción "interburguesa"– en desarrollo. Sin una participación social de gran tamaño, y sin el avance y configuración de un actor legítimo y diverso de nuevo país –múltiple-social-'neutral'–; en Colombia la paz levanta fumarolas, pero no descarga todavía su volcán. Sin una movilización, voz y pies de país nacional, su conveniencia, modalidad y directriz en manos del poder; sigue determinada por las encuestas metropolitanas y los márgenes de gobernabilidad.

Como verdad del conflicto armado, trasciende que aún con los ocho años de Uribe-Santos, presidente uno y ministro de defensa (2006-2009) el otro); y de los tres largos de Juan Manuel presidente, boyantes en movilización y decisión de guerra institucional y para-institucional; el Alto Mando militar asume en público, que todavía hoy: "las farc disponen, de un área de "acumulación estratégica" en el oriente y sur del país". Entonces, como perspectiva conveniente de ambos actores de la Mesa, en el aspecto militar-operacional; el conflicto tendrá otro coletazo y arreciará en su intensidad.

Aun más. Esta dinámica tendrá alimento al vaivén, contexto e influjo de la reciente parálisis de la nación rural que demostró una latencia del problema agrario y, un renacer del movimiento campesino, de la solidaridad social, que incluso, tiene nuevas y recientes expresiones: de exigencias de cumplimiento a las promesas del Presidente. Alimento de conflicto más intenso, vista esta reivindicación campesina estructural y latente, en un territorio amplio del país, con innegables ramificaciones y "cruces", por supuesto no vigorosos, a lo largo de la geografía del país llanero, de la cordillera central y del sur aledaño a la frontera con Ecuador, como un aspecto geopolítico más.

En este marco, el pasado jueves 10 de octubre, en predios de la base militar de Larandia, Caquetá, el presidente Santos anunció otro gesto duro, como ficha, peón y desafío sobre la Mesa de la Habana: El comienzo del Plan Espada de honor en su segunda etapa, que ni sorprendió ni conmovió al país. Tendrá incremento de tropa y concentración de 50.000 soldados, 15 mil policías, un componente de alta técnica y tecnología militar –aunque no es contra un ejército regular, aplicación de instrumentos de guerra de cuarta generación– con drones, puesta en terreno profundo de "comandos especiales" compuestos de oficiales, uso de cartografía y su análisis de senderos y ubicación y movimientos constantes de guerrilla, armamento aire-tierra y renovación de la infantería; manejo de la "información de combate" que por una década de infiltración planificada sobre las filas guerrilleras, puede ya tener próximos al cerco, a las cabezas de los bloques sur y oriental, todo con soporte en la creación de la Fuerza de Tarea del Sur Oriente.

Un ajuste tal de ofensiva próxima, con justificación oficial en una probable avanzada de las farc sobre instalaciones de la defensa, la Policía, y puntos estratégicos de la comunicación y la economía. Un argumento que demuestra cómo en su condición periférica y de disminución de efectivos y áreas de influencia, la subversión conserva un pie de guerrilla en condición latente de aseguramiento y de cualificación del aprovisionamiento, de hostigamiento, emboscada y ataque en rincones y puntos limítrofes al oriente y sur de Cundinamarca, Meta, y en Guaviare, Vaupés, Amazonas, Putumayo, Caquetá y Cauca.

A su vez, en un ángulo de coincidencia, el Espada II tiende un manto de intimidación sobre la novedad de movilización popular, en tanto militariza la región bajo su jurisdicción, dificultando así al borde de la fractura, el crecer del grito y marchas de campesinos, colonos e indígenas. Con el control de toda la Orinoquia territorio de la nueva agroindustria.

De fondo, los objetivos de Espada II no dejan duda: Caer cuanto antes sobre los jefes de los bloques sur –ocupa en la actualidad un relevo de relevancia estratégica y económica de las farc–, y oriental. En este último, tras diez años de constituir el área de blanco prioritario del "plan Colombia", deciden mantener a raya sus escalones –ahora más distantes– de acercamiento al centro del país y la capital. Asimismo, Espada de honor II busca impedir la recuperación y reclutamiento hacia veredas y periferias municipales de influencia anterior y, menguar la línea discontinua de retaguardia que las farc conserva.

Tal y como afirma el artículo "Nueva cúpula militar: contra Timochenko y el Bloque sur", edición 194, portada y páginas 11 y primera columna de 12, de agosto septiembre pasados, el objetivo militar es desarticular la estructura organizativa y militar con periferia política de las farc en el sur y oriente de la nación. Aunque el "plan Colombia" extendió en tarea de contención sobre el territorio las fuerzas militares, y en aproximación el Espada de honor en su primera fase, asestó golpes contra altos jefes guerrilleros, con resultados en neutralizar el acumulado para una ofensiva, sin embargo, no desapareció como si sucedió en algunos sitios, la columna vertebral de frentes sobre el sur oriente del país.

Ahora, el Espada de honor II necesita tener en la mira a Joaquín Gómez, Fabián Ramírez, Romaña, Carlos Antonio Lozada, y el Paisa; conjunto de jefes guerrilleros que Uribe no pudo dar de baja durante 8 años de persecución, en la misión de neutralizar cualquier "maniobra" de fuego y acercamiento de frentes, sobre objetivos mayores de propaganda armada –diferente, sin concentración de "posiciones" fijas– que puedan dar sorpresa y tener repercusión sobre Florencia (Caquetá), sur del Huila-Neiva, suroccidente de Villavicencio, Armenia, y las vías Panamericana, y a Buenaventura.

El aviso presidencial de una confrontación más profunda, agranda el territorio o "teatro de operaciones" a partir del centro que significa Caquetá y Huila, en la dirección principal de la operación contrainsurgente "definitiva", y golpea como martillo la Mesa de la capital cubana. De este modo, más que Presidente, el ejecutivo en coyuntura de elecciones, juega como político "jefe de debate" urgido de popularidad, y con cierta habilidad, busca ampliar la correlación de fuerzas en favor del Estado y de su "fracción" 'no latifundista' que está en la iniciativa y ocupa el Palacio de Nariño. Para este efecto, reitera proseguir un debilitamiento que ponga parapléjica a la insurgencia, y desgaste su escenario político para obligar su rendición, e impedir su margen como actor que delibera y rechaza el actual modelo económico y político.

«Pausa» o «ruptura» de las conversaciones bajo el corte del tiempo electoral, acompasan con el acento de la amenaza militar. La Paz está enjaulada como juego de guerra, sin la fertilidad de un diálogo nacional y social del país sobre el país mismo.

Tomado de: Periódico Desde Abajo (Editorial de la Edición 196)

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