La educación chilena y en general todo Chile, vive hoy una grave crisis nacional que ataca desde el sector estudiantil (profesores y estudiantes), hasta el sector laboral (mineros, obreros, trabajadores de la salud, trabajadores portuarios, sindicatos etc), gracias a las políticas neoliberales impuestas por el pinochetismo y continuadas por 20 años de concertación. La dictadura, dejó a Chile sin universidades públicas, convirtiendo la educación en una de las fuentes más lucrativas para la burguesía chilena, lo cual durante mucho tiempo ha generado grandes levantamientos estudiantiles. Sin embargo estos han sido permeados y apaciguados por diferentes reformas impuestas por el gobierno, que como es de esperarse, dichas reformas no solucionan el problema de raíz y por el contrario buscan dar pañitos de agua tibia a la población, rompiendo con los grandes movimientos populares y acallando a todo un pueblo inconforme.
Pero de nuevo, en estos últimos meses, el movimiento estudiantil y obrero chileno se hacen sentir en las calles, pasando a ser un gran hito histórico por la fuerza de su movilización y la contundencia de sus demandas. Y no es para menos, pues por un lado el gobierno quiere nuevamente meter las manos en el movimiento estudiantil con su política del GANE (Gran Acuerdo Nacional de Educación), abriendo las posibilidades de lucro de las universidades privadas; criminalizando la protesta; haciendo acuerdos con los rectores para aislar a los estudiantes (tanto universitarios como secundaristas) e impedir las tomas de las facultades; y apuntando a un Gran acuerdo social por la educación, buscan la negociación con “todos los actores” tratando de hallar una solución que se aleja mucho de las necesidades de los estudiantes y no contempla la financiación total de la educación.
Por otro lado, no solo la educación totalmente convertida en mercancía es objeto de protesta en Chile. Los trabajadores y pobladores también se han levantado contra políticas gubernamentales como el “Gasolinazo” el cual busca aumentar el valor de la energía empeorando la situación de la población teniendo en cuenta el mísero aumento salarial (5,8%); la lenta reconstrucción tras el terremoto, el caso puntual de despido en menos de 5 años de 2.600 trabajadores de Codelco (Corporación Nacional de Cobre) y su progresiva privatización, lo que provocó un paro en las actividades por parte de los mineros; así mismo contra las medidas de impulso competitivo se alzaron los trabajadores de Valparaíso (empresa portuaria), reclamando trabajo digno, equidad en la repartición de los beneficios económicos y sumándose a las consignas de las demás luchas populares en contra de las políticas neoliberales de los gobiernos de la concertación y de derecha. También cabe anotar, que a las grandes movilizaciones no ha faltado la presencia de la represión estatal por medio de las brutales arremetidas de su fuerza policial.
Todo esto ha sido un duro golpe al régimen político, que se ha demostrado, entre otras cosas, en la renuncia del ministro de educación de Piñera, Joaquín Lavin (el cual fue dueño de la Universidad del Desarrollo) y en la suspensión de 6 medidas sustanciales de impulso competitivo de 50 que conforman la agenda. Aunque los manifestantes son conscientes de que esto no significa un cambio real, ni transforma por completo el sistema educativo y laboral, si es una muestra de lo que puede hacer un pueblo unido en pie de lucha.
Mientras siga existiendo un sistema opresor, de miseria y de explotación, seguirá existiendo un pueblo combativo y rebelde dispuesto a luchar por la construcción de una nueva sociedad.
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