9 de abril de 2013 ¡A la carga! Por la justicia, la memoria y la participación popular para la paz con vida digna
Pronunciamiento
conjunto de Colectivos de Estudio y Trabajo Sindical - CETS; Desde
Abajo; Dignidad Educativa; Rebeldía Estudiantil Organizada REO;
Movimiento por la Defensa de los Derechos del Pueblo -MODEP.
Mañana marchen con nosotros: 9am. Carrera 30 Calle 26
9 de abril de 2013 ¡A la carga!
Por la justicia, la memoria y la participación popular para la paz con vida digna
En nuestro país, desde el surgimiento como República en el siglo XIX,
vivimos ciclos de guerras, armisticios, acuerdos de paz, constituciones.
Se podría decir que el Estado–Nación inconcluso ha estado marcado por
la guerra en largos y repetidos períodos y la paz efímera. Como hoy se
reconoce de manera amplia, el último ciclo de guerra se abre el 9 de
abril de 1948 con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, magnicidio de la
élite para bloquear el proyecto de democratización popular, y para
viabilizar el desarrollo capitalista en medio del terrorismo de Estado.
Desde aquel 9 de abril de 1948 la guerra no ha cesado. Los asesinados
de manera violenta, bajo la complicidad del Estado que debiera
protegerlos y de los gobiernos de turno que tendrían que velar por su
bienestar se cuentan por miles de miles, los desplazados y los
despojados de sus bienes muebles e inmuebles se cuentan por millones.
Amparados en esta violencia con marca oficial, en este largo y penoso
proceso se potencian, desarrollan y consolidan las estructuras palpables
que dinamizan la dialéctica del conflicto colombiano, a saber:
-El modelo agrario: cada día más excluyente, de acaparamiento creciente
de la tierra en pocas manos y despojo violento de las comunidades
rurales. La brutalidad del despojo sufrido por los campesinos ha sido
tal que el índice Gini alrededor de la tenencia de tierra en 1985 era de
0,35 y en 2011 se trepa a un aberrante 0,85, lo que hace de nuestro
país una de las naciones más desiguales del mundo en su estructura
agraria.
-El modelo urbano: orientado hacia la especulación
urbanística, el uso del vehículo y el comercio de mercancías, donde las
familias cuentan cada día con menos espacio para el disfrute del
descanso, el derecho a la recreación, y la vida digna.
-El
capitalismo neocolonial –al servicio de los poderosos de dentro y fuera
del país–, donde la economía se planifica al calor de los 8 Tratados de
Libre Comercio ya firmados por las clases dominantes de nuestro país, y
la garantía de las exenciones tributarias para las transnacionales, las
misma que suman más de 9 billones de pesos, dinero más que suficiente
para garantizar la gratuidad de la educación superior o la salud para
todos aquellos que habitan en Colombia.
-El régimen político
antidemocrático y policivo, que le ha impedido a varias generaciones de
colombianos/as conocer la felicidad, la vida en justicia, la
participación efectiva y la paz digna, potenciando como correlato la
opción del ejercicio de la violencia revolucionaria por parte de miles
de connacionales (a través de la lucha armada guerrillera) como única
opción que han encontrado para proteger su vida, al tiempo que luchar
por el poder político.
Una realidad que oprime y excluye. Como
lo han padecido millones de connacionales desde la década de los años 40
del siglo XX, el Estado y los gobiernos de turno han estado al servicio
de la guerra contra las mayorías nacionales; sin duda, el país político
ha tratado de someter al país social, sin lograrlo a plenitud, y hoy
estas mayorías reclaman otro tipo de modelo económico y político,
reclaman, sin descanso, paz justa.
En esta pugna entre los pocos
contra los muchos, entre los ricos contra los pobres, nuestro país
padeció, en especial durante los últimos 30 años, una avanzada militar,
política y económica del proyecto que ha regido los destinos del país
por siglos, cuyas consecuencias las narran los millones de despojados y
desplazados que copan sus principales centros urbanos, en los cuales, al
mismo tiempo, la lucha por el territorio se encona con el paso de los
días. Otra de sus consecuencias es el debilitamiento de las guerrillas
revolucionarias, a pesar de lo cual no han podido ser derrotadas
Es una lucha enconada. Para que llegue a su fin, el Estado y un sector
de la insurgencia (las Farc-ep) intentan en La Habana un acuerdo de paz:
las élites para dar garantías a la inversión nacional e internacional
de capitales; las Farc-ep, para buscar otras maneras de hacer viable su
proyecto social y político.
Desde el movimientos social, diversas
experiencias organizativas de lo comunitario, nos afincamos en la
necesidad que tiene el país de poner en práctica profundas y urgentes
transformaciones económicas y políticas que permitan la justicia, la
igualdad, la soberanía, al tiempo que consideramos que hoy la PAZ es una
necesidad histórica para facilitar estos propósitos, pero también para
recomponer las fuerzas populares alternativas y conquistar condiciones
para la disputa del poder político.
Por todo esto, proponemos al
pueblo colombiano la siguiente agenda de creación de un momento político
para reagrupar las mayorías y construir un nuevo proyecto de país,
liderado por las fuerzas más dinámicas que lo integran:
Gran dialogo nacional:
La solución política al conflicto social, político, económico y armado
no cabe en la estreches del diálogo bilateral de las Farc-ep y el
gobierno nacional; es imprescindible un gran diálogo nacional que tenga
como resultado la implementación de una Asamblea nacional para la paz
donde los pueblos, el resto de la sociedad civil, las insurgencias y el
Gobierno nos encontremos cara a cara para discutir el país que
necesitamos.
Diálogos regionales, que hablen los territorios y se decida en ellos:
La solución al conflicto social, político, económico y armado –tomando
el diálogo como su principal herramienta–, debe estar anclada en los
territorios, allí donde se vive lo más cruento de la conflagración
armada, al tiempo de lo más ruin de la explotación y despojo que
instaura este sistema. De esta manera, es definitivo el diálogo regional
por la paz que involucre a los pueblos, gobiernos locales, el
movimiento guerrillero y el resto de la sociedad.
Acuerdos humanitarios generales y regionales
Apoyar la realización de acuerdos humanitarios generales y regionales,
que rebajen la intensidad del conflicto y sus secuelas que padecen los
más pobres entre los pobres, ayuden a crear condiciones para la
potenciación de los movimientos sociales y para la reconstrucción de las
fuerzas revolucionarias y democráticas.
Combate frontal y desarticulación de los grupos paramilitares:
Con el nuevo título de Bacrim, el Estado y los gobiernos desligan su
responsabilidad política de la tercera entrega del paramilitarismo en
Colombia. Urabeños y Rastrojos son la readaptación del viejo libreto de
la burguesía narcotraficante existente que se alía con poderes locales y
fuerzas militares para mantener el rentable negocio del despojo, del
monoproducto cocalero, de la destrucción de la economía campesina y la
perpetuación de las economías ilegales. A través de ellos el Estado ha
copado territorios a la vez que permite la perduración de la base social
del guerrerismo que disputa con violencia total todo proyecto de
solución política, reivindicaciones sociales y país distinto.
Democratización de nuestra sociedad
Desmonte de los elementos del fascismo que estructuran el poder
político de las clases dominantes: las estructuras legales y de
legislación fascista, que incluyen la desmilitarización de la Policía,
la reforma de los códigos de la convivencia y seguridad ciudadana, el
desmonte de cámaras de control y vigilancia por doquier, la
desestructuración de las redes de apoyo ciudadano a los aparatos armados
del Estado, pero también cesar la aplicación del terror en la vida
cotidiana de nuestra sociedad, desmontar los grupos paramilitares y del
narcotráfico y sus redes territoriales que están utilizando el
microtráfico para el control de los territorios urbanos, la persecución a
la opinión disidente.
Construcción de acuerdos humanitarios de carácter regional:
Que las fuerzas mismas de los territorios acuerden salidas
transicionales tanto con las insurgencias, los gobiernos y las Fuerzas
Militares (desminados humanitarios, desmilitarización de escuelas y
cascos urbanos, cese de confrontaciones en zonas de clara ubicación de
la sociedad civil, etcétera).
Reconocimiento de los derechos civiles y políticos a presas y presos políticos
Reconocer los derechos civiles y políticos a los detenidos y detenidas
políticas en razón del conflicto que padece el país, hombres y mujeres
que se encuentran en las cárceles sobrellevando una vida indigna
–recogiendo las recomendaciones que la Auditoría Internacional ha hecho
al Gobierno– abriendo caminos para el más amplio diálogo con ellos, y
claro está, para su libertad.
Con las víctimas por la verdad, justicia y reparación
Defender los derechos de las víctimas en cuanto a verdad, justicia,
reparación y garantías de no repetición del terror padecido.
La
lucha por una nueva sociedad pasa por concretar la justicia, la memoria
y la participación popular para la paz con vida digna. Esta es nuestra
voz, nuestras caminar diario es por su concreción. No permanezca
indiferente, venga y caminemos juntos por y para su efectiva
realización.
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