El
fallo de La Haya en el cual Colombia pierde una porción de mar, revivió aquel patriotismo
que se desempolva cada vez que juega la Selección Colombia o se ganan medallas en los olímpicos, generando como
siempre un desborde de pasión resumido en el grito ¡Viva Colombia hijueputa!
Es
innegable el abandono en el que tenía el Estado colombiano a esta zona del
país, no obstante ahora intenta hacer creer que siempre ha cuidado ese
territorio y con ayuda de los medios de comunicación intenta esconder que las
verdaderas fronteras las impone el capital.
Que
Santos hubiera dormido ese día en San Andrés fue un intento para cubrir el
abandono por parte del Estado del que ha sido victima la isla. San Andrés sólo
tiene un hospital de nivel 2 para atender a residentes y turistas, si los
habitantes de la isla quieren una cirugía deben en tutelar a las EPS para que
les hagan el procedimiento en Barranquilla o Cartagena.
Es
innegable que se perdió una parte considerable de la plataforma marítima,
dejando una serie de islas en medio del mar nicaragüense, sin embargo se nos olvida que se estaba
investigando para poner una plataforma petrolera en dicho lugar, lo cual
impediría el paso de los pescadores, destruiria los recursos naturales y dañaría los ecosistemas.
Si
nos preocupan los recursos naturales que se pierden con el fallo, debemos
pensar también en los recursos que hemos perdido en Gorgona y en Choco por la pesca de barcos
rusos, debemos pensar en los millones de dólares que nos roba Cerro Matoso y el
gran daño ambiental que causa.
Si
nos indigna perder una extensión del mar, ¿por qué no nos indigna la apropiación
de las vías públicas que hace Pacific Rubiales para usarlas exclusivamente?,
y ni hablar de loas reservas naturales, como colombianos perdimos el derecho a entrar a parques naturales como el
Tayrona a menos que paguemos, tenemos un país con hermosos paisajes a los que la privatización o el afán de lucro les ha puesto frontera.
La
lucha por recuperar el mar que quiere el gobierno, nos distrae de la lucha por
hacer valer el derecho de tutela para reclamar derechos de salud, nos esconde
el problema de la educación superior y en sí nos llena de un falso patriotismo,
aquel patriotismo que lucha por un símbolo y no por lo que representa.
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