A propósito del 26 de Julio...
Llueve, en Cuba llueve. Se estremece el sentido de lo normal
con lo que para muchos aquí lo es hace tiempo. De un momento a otro, en pleno
día tropical, la lluvia en baldes, a jarrazos. Y arriba, arriba suenan los
ronquidos de un dios inexistente. Bajo la misma lluvia, el Che peina su melena
con las gotas de agua mientras estira sus músculos y salta de la estatua que
posa hace años en un memorial que recuerda su gallarda existencia y su
asombrosa muerte. Mientras yo, tímido y absorto, escucho por un oído a Charly
y, por el otro, sigo atentamente la escala sonora de la lluvia en el tejado.
¿Dónde quedan mis pensamientos, entonces?, ¿qué oído le
regalo a las voces que gritan en los muros internos de mi diafragma? Este. Le
doy más que oídos sucios, le ofrezco más que dos manos, le obsequio el blanco
campo de batalla, no el de la batalla del fusil, sino, como reafirmó hace poco
tiempo Raúl, el de la cruzada que debe librarse hoy: LA BATALLA DE LAS IDEAS.
Pero ¿cómo suenan esos gritos cuando traen contradicción?
¿Cómo se traduce al español el lenguaje de la impresión y la crítica saludable
de aquello impresionante? E-s-c-r-i-b-i-e-n-d-o.
Cuba es quizás el último ejemplar de un ideal que ha luchado
por siglos para darse a entender. Un ideal que ha luchado contra sus enemigos
externos, pero también con los que lo combaten y deforman internamente. Con
aquellos que no quieren entender lo que sucede o con aquellos que, como en
Chile o Colombia, quieren que todo cambie para que nada cambie.
Cuba está hoy (bajo una triste, pero no abstracta
interpretación) sola. Y es desde esa cuasi-soledad desde donde rearma y
reconstruye con sus manos mulatas un ideal socialista que se desmoronó en el
resto del mundo frente a su mirada inquieta. Un régimen que se desplomó no por
el idealismo o utopía de sus fines, si no por lo molesto que resultaban sus
medios para los que gobiernan la mayor parte del orbe.
Si bien en Cuba existen problemas de base: corrupción a
escala particular, la poca diversidad en el manejo de los mass media e,
incluso, un déficit de organización para discutir y criticar aquello que debe
ser criticado (me pregunto dónde no ocurre eso hoy), los temas fundamentales de
dignidad para el ser humano están resueltos, hace medio siglo, en una escala
mucho más alta y eficiente que en la mayoría del mundo neoliberal. Aquí quizás
un niño no tiene un play station, o es posible que un obrero, técnico o
profesional gane menos de un tercio de lo que podría ingresar a sus bolsillos
en una “sociedad de consumo”, pero aquí nadie muere de hambre. Aquí no existen
las eternas colas en los consultorios ni los mendigos o mutilados tirados en la
vereda semidesnudos pidiendo migajas. Ese niño que desea tener la tecnología
que el niño chileno, argentino o Colombiano tiene tirada en su habitación (a costas de que
su padre se endeude con su dinero plástico) de seguro tampoco posee la
conciencia de que una operación por apendicitis, por una fractura al jugar a la
pelota o por agarrarse a combos, que al él no le significa costo alguno, en la
gran mayoría del planeta vale más que 30 de esos aparatos electrónicos juntos.
Lleguemos, entonces, a un acuerdo aprovechando que la lluvia
cae de la misma forma a este lado del mundo que del que tú estás leyendo: hay
valores fundamentales (derechos-obligaciones) y valores accesorios
(necesidades-lujos). Los primeros son fundamentales porque son imprescindibles
y, por tanto, como consecuencia lógica, también necesarios. Los segundos, si
bien pueden llegar a ser necesarios, no son imprescindibles y, por tanto, se
puede llegar a la vida plena y consciente sin la ayuda de ellos. Dentro de los
derechos fundamentales para el hombre está el derecho al trabajo, a la
educación, la salud, al techo y la alimentación. También están aquellos
derechos inalienables, pero menos palpables: la participación en las decisiones
de la tierra en que se habita (la democracia participativa), la justicia y la
libertad. ¿Cuántos de esos derechos son ejes de los programas de los gobiernos
capitalistas?… ¿Cuántas de esas necesidades son cubiertas como primera premisa
para poder avanzar como país? ¿Por qué en Chile la libertad de endeudarse, la
libertad de monopolio, de la usura desmesurada o de explotación de recursos por
empresas extranjeras e inconscientes con el ecosistema, esta mayormente
protegida que el derecho a una salud y una educación digna, gratuita y
publica? ¿Por qué será que los gobiernos
que profesan una civilización a base del libre mercado y la libre competencia
no comienzan por estos derechos fundamentales y una vez consolidados tiñen sus
ciudades de enormes rascacielos, autopistas y pantallas multicolores? Es que no
entendieron (o no quisieron entender) que para crecer verdadera y
equitativamente se debe partir por garantizar lo fundamental y luego, en
comunión, desarrollar aquello “accesorio” que una sociedad juzgue como
conveniente o placentero para sí. Porque, como dijo el más conocido asaltante
del Cuartel Moncada, “Revolución es cambiar lo que debe ser cambiado” y aquella
sublevación del orden imperante debe iniciarse por aquello esencial, aquello
que al ser humano no le sirva quizás para gozar, pero sí para existir con
dignidad.
En La tierra donde lucharon hasta morir Martí, Maceo y
Camilo lo que necesita el hombre para vivir está garantizado o, al menos, las
energías van siempre hacia la consolidación de aquello. ¿Está bien que falte el
mejor vino de exportación en mi mesa, si a mi madre de 60 años que llegó por la
mañana al hospital con una fractura de cadera, por la tarde ya tiene insertado
una prótesis de última generación? ¿Es realmente importante que el agua llegue
en algunos barrios dos veces al día o que de vez en cuando ocurran apagones, si
mis hijos podrán estudiar cuanta carrera, diplomado, magíster o doctorado ellos
sean capaces? Y todo eso, por supuesto, gratis. ¿Es que se puede comparar el
lujo con lo innegablemente imprescindible, señores?
Acá la gente entiende que por erradicar el hambre de un
pueblo, no hay esfuerzo que sea suficiente. En este lugar, la unidad en post de
la dignidad está zurcida con hilos de hierro que rara vez los imanes de
consumismo moderno podrán atraer.
Es cierto, acá, donde ahora llueve, se dice que pasan muchas
cosas. Y lo dicen los vencedores de siempre que no están acostumbrados a
fracasar. Y aquí sí perdieron. Rabia tienen, entonces, esos colmillos
balbuceantes del discurso imperialista. Tanta rabia, que su agenda de
inteligencia tiene la palabra “CUBA” como primer punto del índice (ya es una
hipótesis comprobada con sangre y fuego que aquel gobierno o gobernante que no
es del gusto de la CIA, tiene los días contados). Acá no sólo hay un asedio
permanente de la inteligencia contrarrevolucionaria yanqui, también hay un
trabajo ideológico concreto: en Florida, a escasos 180 kilómetros de la Habana,
nacen las ondas emisoras de la radio Martí y de Tv Martí que bajo el símbolo
del apóstol de esta tierra guerrera, emiten hacia los miles de hogares de la
isla cuanto juicio se puede contra cada acción, error o acierto del gobierno
cubano. No refrendando la verdad, sino seduciendo con los carteles coloridos
del neón primer mundista y los autos descapotables, que para los infaltables
ciegos de siempre, son sinónimos de dignidad.
Cierto que en Cuba se comenten errores y, muchas veces, se
volvió una obligación, sobre todo después de la caída de la URSS y el
denigrante y demoledor “periodo especial”, que el socialismo y sus ideales
ajustaran más de lo deseado el cinturón económico y, lo que resulta más
lamentable, enangostar también las fajas de la verdadera y dinámica ideología
revolucionaria.
Es que en Cuba aún hoy se vive, sin necesidad de ver los
fusiles o las tanquetas en las calles, en un “socialismo en guerra”, un
socialismo que centra su fuerza en la “resistencia” frente a la hostilidad de
un bloqueo inhumano y una tergiversación por parte de la historia positiva
anglosajona que se reproduce en los periódicos de cada esquina del mundo. Pues
cuando eres asediado constantemente por la mayor potencia imperialista y bélica
del mundo (entre otros datos, se han enumerado más de 600 atentados fallidos
contra Fidel Castro), cuando eres una piedra en el zapato para la mayoría de
los regímenes conservadores y de no pocos democráticos-burgueses, tienes que
repensar la táctica para poder sobrevivir. Ese giro táctico (no estratégico)
significa muchas veces hipotecar los ideales filantrópicos, políticos,
económicos y sociales para mantener la “casa en orden”, libre de espionajes,
atentados y maniobras contrarrevolucionarias de los que por decenios quieren
verte en el piso agonizando.
Se debe sumar a eso un espacio reflexivo para uno de los
principios más profundos del socialismo: El Internacionalismo. El capitalismo,
como bien decía Marx, es un régimen de desigualdad que reina a nivel mundial y,
por tanto, su derrota y la instauración de una sociedad sin clases, libre y
justa debe ser también en ese orden. El socialismo, etapa revolucionaria que
está en permanente cambio, adaptación y progreso, debe tener y necesita del
apoyo de otros aliados. No puede sobrevivir como una isla (ni geográfica, ni
política, ni metafóricamente). El socialismo no está pensado para sobrevivir en
un solo país, por el simple hecho, que se sabe desde siempre, que la reacción,
sumergida en la urticaria que le produce la fórmula socialista, promoverá
eternos ataques y boicots en todos los niveles para verlos derrotados y
mostrarlos por fin al mundo con una formula obsoleta, violenta y absurda.
¿Es que se le pide perfección al socialismo cuando se
encuentra en este estado?
Es verdad, aquí pueden existir opositores, aquellos que
estén en desacuerdo a la matriz ideológica y económica que Cuba promueve e,
incluso, personas derechamente contrarrevolucionarias, pero ¿Qué pasa mientras
tanto en el resto del mundo? cuántos desaparecidos, cuánto terrorismo de
estado, cuánta hambruna y cesantía, cuánta manifestación acallada a golpes o
con leyes antiterroristas, cuánta pobreza a niveles inaceptables abundan en
colonias “ricas” como Francia, España, México, Estados Unidos, Chile o
Colombia? Aquí en Cuba esos niveles de desigualdad no existen. Aquí no hay capitalismo,
aquí no hay burguesía.
El tema se vuelve largo y difícil. Los cambios de paradigma
que sufrió el socialismo después de la caída de la URSS, ha confundido y
manchado la imagen que muchos tenían de ello (deformación que también propició
la Unión Soviética con su burocracia y el socialismo autoritario de estado).
Acá se sintió ese remezón y fue duro. Ya no se tenía otro aliado que el propio
pueblo y su fuerza de trabajo. Ya no estaban además (y hace varios años) ni la
figura digna, impetuosa y humana del Che, ni la carismática, cercana, popular y
humilde estampa de Camilo Cienfuegos. Y si bien en esta isla insurgente y rebelde
hay temas superados respecto a la desigualdad propia e inherente de sistema
neoliberal, aún hay deudas pendientes: la discriminación racial, los pequeños
vestigios de segregación a la mujer, el problema de las dos monedas, el poder
adquisitivo del cubano trabajador, las salidas continuas y sin burocracia del
país, etc. Pero son problemas que se asumen y que hace tiempo se han comenzando
a discutir. Problemas que la juventud socialista que no se deja embobar por las
propagandas reaccionarias entiende que son parte de un proceso y que, en última
instancia, no son propias ni exclusivas de este sistema y que abundan en la
gran mayoría del planeta.
En Chile, luchamos por obtener muchas cosas que aquí se
tienen garantizadas. Pero al cubano común le cuesta entender aquello, más aún a
los jóvenes que no fueron testigos de la forja de un país verdaderamente libre
de todo tipo de control externo o aquellos adultos que, nacidos después del
59`, no vivieron en carne propia el horror de la dictadura Batistiana. Pero es
verdad, aquí muchos se pueden sorprender cuando se muestran las cifras de lo
que gana en promedio un obrero chileno: algo así como $200.000 pesos (400 USD).
Porque para la economía cotidiana de un cubano, eso es más de lo pensado. Pero
esa sorpresa se desinfla tan pronto como desaparece el papel moneda del
bolsillo de ese trabajador sudamericano: si ese obrero tiene un hijo
universitario el costo de la carrera no será nunca inferior a $150.000 pesos
chilenos y, ese mismo trabajador, debe tomar dos veces al día transporte para
llegar a su trabajo ($50.000 pesos más al mes) ¿cuánto queda? CERO. ¿De qué se
alimenta y cómo se viste? Simple, que se coma su sueño americano y se vista con
las luces de neón del Mc Donald más cercano. (Para salir del apuro puede taparse
sus genitales con su iphone).
Llueve, cada vez menos, pero aquí, llueva o truene, el
ventilador nunca deja de funcionar. Tan eterno como la idea sincera, legitima y
atrevida de que otro mundo es posible, de que se debe mandar obedeciendo y que
cuando las radios, televisores y todo tipo de manifestación de los aparatos
culturales y políticos manejados por los poderosos y egoístas de siempre, nos
muestran que el único sistema posible y “estable” es aquel en donde los ricos
son cada vez más ricos y los pobres más miserables, vemos en esta pequeña isla
un estandarte de dignidad, con lo bueno y lo malo del hombre, pero que se
mantiene de pie frente a un mundo voyerista que
espera ansioso, posado en la platea, que caiga rendida por un rotundo
K.O.
Pero los que sabemos que el progreso es mucho más que un
simple dígito del poder adquisitivo, sabemos que el camino revolucionario dará
pelea hasta que ya no quede ring y los espectadores sediciosos se hayan acabado
sus cabritas, manteniéndose erguido e impulsado por la sola convicción de abrir
un mundo donde quepan todos.
Para mis compañeros de sueños, luchas y esperanzas. EL REBELDE, MEDIOS ALTERNATIVOS.
Fernando Sacamuelas - Chile.
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