26 de julio de 2012

REFLEXIONES SOBRE UN SOCIALISMO EN RESISTENCIA.



A propósito del 26 de Julio...



Llueve, en Cuba llueve. Se estremece el sentido de lo normal con lo que para muchos aquí lo es hace tiempo. De un momento a otro, en pleno día tropical, la lluvia en baldes, a jarrazos. Y arriba, arriba suenan los ronquidos de un dios inexistente. Bajo la misma lluvia, el Che peina su melena con las gotas de agua mientras estira sus músculos y salta de la estatua que posa hace años en un memorial que recuerda su gallarda existencia y su asombrosa muerte. Mientras yo, tímido y absorto, escucho por un oído a Charly y, por el otro, sigo atentamente la escala sonora de la lluvia en el tejado.

¿Dónde quedan mis pensamientos, entonces?, ¿qué oído le regalo a las voces que gritan en los muros internos de mi diafragma? Este. Le doy más que oídos sucios, le ofrezco más que dos manos, le obsequio el blanco campo de batalla, no el de la batalla del fusil, sino, como reafirmó hace poco tiempo Raúl, el de la cruzada que debe librarse hoy: LA BATALLA DE LAS IDEAS.

Pero ¿cómo suenan esos gritos cuando traen contradicción? ¿Cómo se traduce al español el lenguaje de la impresión y la crítica saludable de aquello impresionante? E-s-c-r-i-b-i-e-n-d-o.

Cuba es quizás el último ejemplar de un ideal que ha luchado por siglos para darse a entender. Un ideal que ha luchado contra sus enemigos externos, pero también con los que lo combaten y deforman internamente. Con aquellos que no quieren entender lo que sucede o con aquellos que, como en Chile o Colombia, quieren que todo cambie para que nada cambie.   

Cuba está hoy (bajo una triste, pero no abstracta interpretación) sola. Y es desde esa cuasi-soledad desde donde rearma y reconstruye con sus manos mulatas un ideal socialista que se desmoronó en el resto del mundo frente a su mirada inquieta. Un régimen que se desplomó no por el idealismo o utopía de sus fines, si no por lo molesto que resultaban sus medios para los que gobiernan la mayor parte del orbe.
Si bien en Cuba existen problemas de base: corrupción a escala particular, la poca diversidad en el manejo de los mass media e, incluso, un déficit de organización para discutir y criticar aquello que debe ser criticado (me pregunto dónde no ocurre eso hoy), los temas fundamentales de dignidad para el ser humano están resueltos, hace medio siglo, en una escala mucho más alta y eficiente que en la mayoría del mundo neoliberal. Aquí quizás un niño no tiene un play station, o es posible que un obrero, técnico o profesional gane menos de un tercio de lo que podría ingresar a sus bolsillos en una “sociedad de consumo”, pero aquí nadie muere de hambre. Aquí no existen las eternas colas en los consultorios ni los mendigos o mutilados tirados en la vereda semidesnudos pidiendo migajas. Ese niño que desea tener la tecnología que el niño chileno, argentino o Colombiano  tiene tirada en su habitación (a costas de que su padre se endeude con su dinero plástico) de seguro tampoco posee la conciencia de que una operación por apendicitis, por una fractura al jugar a la pelota o por agarrarse a combos, que al él no le significa costo alguno, en la gran mayoría del planeta vale más que 30 de esos aparatos electrónicos juntos.

Lleguemos, entonces, a un acuerdo aprovechando que la lluvia cae de la misma forma a este lado del mundo que del que tú estás leyendo: hay valores fundamentales (derechos-obligaciones) y valores accesorios (necesidades-lujos). Los primeros son fundamentales porque son imprescindibles y, por tanto, como consecuencia lógica, también necesarios. Los segundos, si bien pueden llegar a ser necesarios, no son imprescindibles y, por tanto, se puede llegar a la vida plena y consciente sin la ayuda de ellos. Dentro de los derechos fundamentales para el hombre está el derecho al trabajo, a la educación, la salud, al techo y la alimentación. También están aquellos derechos inalienables, pero menos palpables: la participación en las decisiones de la tierra en que se habita (la democracia participativa), la justicia y la libertad. ¿Cuántos de esos derechos son ejes de los programas de los gobiernos capitalistas?… ¿Cuántas de esas necesidades son cubiertas como primera premisa para poder avanzar como país? ¿Por qué en Chile la libertad de endeudarse, la libertad de monopolio, de la usura desmesurada o de explotación de recursos por empresas extranjeras e inconscientes con el ecosistema, esta mayormente protegida que el derecho a una salud y una educación digna, gratuita y publica?  ¿Por qué será que los gobiernos que profesan una civilización a base del libre mercado y la libre competencia no comienzan por estos derechos fundamentales y una vez consolidados tiñen sus ciudades de enormes rascacielos, autopistas y pantallas multicolores? Es que no entendieron (o no quisieron entender) que para crecer verdadera y equitativamente se debe partir por garantizar lo fundamental y luego, en comunión, desarrollar aquello “accesorio” que una sociedad juzgue como conveniente o placentero para sí. Porque, como dijo el más conocido asaltante del Cuartel Moncada, “Revolución es cambiar lo que debe ser cambiado” y aquella sublevación del orden imperante debe iniciarse por aquello esencial, aquello que al ser humano no le sirva quizás para gozar, pero sí para existir con dignidad.

En La tierra donde lucharon hasta morir Martí, Maceo y Camilo lo que necesita el hombre para vivir está garantizado o, al menos, las energías van siempre hacia la consolidación de aquello. ¿Está bien que falte el mejor vino de exportación en mi mesa, si a mi madre de 60 años que llegó por la mañana al hospital con una fractura de cadera, por la tarde ya tiene insertado una prótesis de última generación? ¿Es realmente importante que el agua llegue en algunos barrios dos veces al día o que de vez en cuando ocurran apagones, si mis hijos podrán estudiar cuanta carrera, diplomado, magíster o doctorado ellos sean capaces? Y todo eso, por supuesto, gratis. ¿Es que se puede comparar el lujo con lo innegablemente imprescindible, señores?
Acá la gente entiende que por erradicar el hambre de un pueblo, no hay esfuerzo que sea suficiente. En este lugar, la unidad en post de la dignidad está zurcida con hilos de hierro que rara vez los imanes de consumismo moderno podrán atraer.

Es cierto, acá, donde ahora llueve, se dice que pasan muchas cosas. Y lo dicen los vencedores de siempre que no están acostumbrados a fracasar. Y aquí sí perdieron. Rabia tienen, entonces, esos colmillos balbuceantes del discurso imperialista. Tanta rabia, que su agenda de inteligencia tiene la palabra “CUBA” como primer punto del índice (ya es una hipótesis comprobada con sangre y fuego que aquel gobierno o gobernante que no es del gusto de la CIA, tiene los días contados). Acá no sólo hay un asedio permanente de la inteligencia contrarrevolucionaria yanqui, también hay un trabajo ideológico concreto: en Florida, a escasos 180 kilómetros de la Habana, nacen las ondas emisoras de la radio Martí y de Tv Martí que bajo el símbolo del apóstol de esta tierra guerrera, emiten hacia los miles de hogares de la isla cuanto juicio se puede contra cada acción, error o acierto del gobierno cubano. No refrendando la verdad, sino seduciendo con los carteles coloridos del neón primer mundista y los autos descapotables, que para los infaltables ciegos de siempre, son sinónimos de dignidad.

Cierto que en Cuba se comenten errores y, muchas veces, se volvió una obligación, sobre todo después de la caída de la URSS y el denigrante y demoledor “periodo especial”, que el socialismo y sus ideales ajustaran más de lo deseado el cinturón económico y, lo que resulta más lamentable, enangostar también las fajas de la verdadera y dinámica ideología revolucionaria.

Es que en Cuba aún hoy se vive, sin necesidad de ver los fusiles o las tanquetas en las calles, en un “socialismo en guerra”, un socialismo que centra su fuerza en la “resistencia” frente a la hostilidad de un bloqueo inhumano y una tergiversación por parte de la historia positiva anglosajona que se reproduce en los periódicos de cada esquina del mundo. Pues cuando eres asediado constantemente por la mayor potencia imperialista y bélica del mundo (entre otros datos, se han enumerado más de 600 atentados fallidos contra Fidel Castro), cuando eres una piedra en el zapato para la mayoría de los regímenes conservadores y de no pocos democráticos-burgueses, tienes que repensar la táctica para poder sobrevivir. Ese giro táctico (no estratégico) significa muchas veces hipotecar los ideales filantrópicos, políticos, económicos y sociales para mantener la “casa en orden”, libre de espionajes, atentados y maniobras contrarrevolucionarias de los que por decenios quieren verte en el piso agonizando.

Se debe sumar a eso un espacio reflexivo para uno de los principios más profundos del socialismo: El Internacionalismo. El capitalismo, como bien decía Marx, es un régimen de desigualdad que reina a nivel mundial y, por tanto, su derrota y la instauración de una sociedad sin clases, libre y justa debe ser también en ese orden. El socialismo, etapa revolucionaria que está en permanente cambio, adaptación y progreso, debe tener y necesita del apoyo de otros aliados. No puede sobrevivir como una isla (ni geográfica, ni política, ni metafóricamente). El socialismo no está pensado para sobrevivir en un solo país, por el simple hecho, que se sabe desde siempre, que la reacción, sumergida en la urticaria que le produce la fórmula socialista, promoverá eternos ataques y boicots en todos los niveles para verlos derrotados y mostrarlos por fin al mundo con una formula obsoleta, violenta y absurda.

¿Es que se le pide perfección al socialismo cuando se encuentra en este estado?
Es verdad, aquí pueden existir opositores, aquellos que estén en desacuerdo a la matriz ideológica y económica que Cuba promueve e, incluso, personas derechamente contrarrevolucionarias, pero ¿Qué pasa mientras tanto en el resto del mundo? cuántos desaparecidos, cuánto terrorismo de estado, cuánta hambruna y cesantía, cuánta manifestación acallada a golpes o con leyes antiterroristas, cuánta pobreza a niveles inaceptables abundan en colonias “ricas” como Francia, España, México, Estados Unidos, Chile o Colombia? Aquí en Cuba esos niveles de desigualdad no existen. Aquí no hay capitalismo, aquí no hay burguesía.

El tema se vuelve largo y difícil. Los cambios de paradigma que sufrió el socialismo después de la caída de la URSS, ha confundido y manchado la imagen que muchos tenían de ello (deformación que también propició la Unión Soviética con su burocracia y el socialismo autoritario de estado). Acá se sintió ese remezón y fue duro. Ya no se tenía otro aliado que el propio pueblo y su fuerza de trabajo. Ya no estaban además (y hace varios años) ni la figura digna, impetuosa y humana del Che, ni la carismática, cercana, popular y humilde estampa de Camilo Cienfuegos. Y si bien en esta isla insurgente y rebelde hay temas superados respecto a la desigualdad propia e inherente de sistema neoliberal, aún hay deudas pendientes: la discriminación racial, los pequeños vestigios de segregación a la mujer, el problema de las dos monedas, el poder adquisitivo del cubano trabajador, las salidas continuas y sin burocracia del país, etc. Pero son problemas que se asumen y que hace tiempo se han comenzando a discutir. Problemas que la juventud socialista que no se deja embobar por las propagandas reaccionarias entiende que son parte de un proceso y que, en última instancia, no son propias ni exclusivas de este sistema y que abundan en la gran mayoría del planeta.

En Chile, luchamos por obtener muchas cosas que aquí se tienen garantizadas. Pero al cubano común le cuesta entender aquello, más aún a los jóvenes que no fueron testigos de la forja de un país verdaderamente libre de todo tipo de control externo o aquellos adultos que, nacidos después del 59`, no vivieron en carne propia el horror de la dictadura Batistiana. Pero es verdad, aquí muchos se pueden sorprender cuando se muestran las cifras de lo que gana en promedio un obrero chileno: algo así como $200.000 pesos (400 USD). Porque para la economía cotidiana de un cubano, eso es más de lo pensado. Pero esa sorpresa se desinfla tan pronto como desaparece el papel moneda del bolsillo de ese trabajador sudamericano: si ese obrero tiene un hijo universitario el costo de la carrera no será nunca inferior a $150.000 pesos chilenos y, ese mismo trabajador, debe tomar dos veces al día transporte para llegar a su trabajo ($50.000 pesos más al mes) ¿cuánto queda? CERO. ¿De qué se alimenta y cómo se viste? Simple, que se coma su sueño americano y se vista con las luces de neón del Mc Donald más cercano. (Para salir del apuro puede taparse sus genitales con su iphone).

Llueve, cada vez menos, pero aquí, llueva o truene, el ventilador nunca deja de funcionar. Tan eterno como la idea sincera, legitima y atrevida de que otro mundo es posible, de que se debe mandar obedeciendo y que cuando las radios, televisores y todo tipo de manifestación de los aparatos culturales y políticos manejados por los poderosos y egoístas de siempre, nos muestran que el único sistema posible y “estable” es aquel en donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres más miserables, vemos en esta pequeña isla un estandarte de dignidad, con lo bueno y lo malo del hombre, pero que se mantiene de pie frente a un mundo voyerista que  espera ansioso, posado en la platea, que caiga rendida por un rotundo K.O.
Pero los que sabemos que el progreso es mucho más que un simple dígito del poder adquisitivo, sabemos que el camino revolucionario dará pelea hasta que ya no quede ring y los espectadores sediciosos se hayan acabado sus cabritas, manteniéndose erguido e impulsado por la sola convicción de abrir un mundo donde quepan todos.

Para mis compañeros de sueños, luchas y esperanzas.  EL REBELDE, MEDIOS ALTERNATIVOS.

Fernando Sacamuelas - Chile. 


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