30 de junio de 2012

La reforma siempre tuvo los "micos"


El tema de la reforma de la Justicia, que estuvo tan aflora de piel en las últimas noticias y grandes discusiones políticas, no es como no lo presentan. Que el presidente se haya sorprendido por los “micos” que le pusieron a la reforma en la conciliación y que haga todo lo posible por hundirla, no es más que una jugada política del presidente Santos para lograr salvaguardar su reputación para una futura reelección, aunque esto no le haya salido muy bien. 

No es verdad que la reforma a la Justicia se haya TRANSFORMADO EN SU TOTALIDAD en la conciliación, pues desde su planteamiento dado por el gobierno santista, esta reforma era la bandera de la impunidad. Congresistas blindados; magistrados casi vitalicios; herramientas truncadas de la justicia;  instancias de investigación y juzgamiento abolidas. La reforma de la justicia que duro un buen tiempo rondando en debates del Congreso no disgusto nunca de la gran mayoría de senadores ni de magistrados, y mucho menos de altos funcionarios del gobierno, pues dicha reforma planteaba que la violación del régimen de inhabilidades solo tendía una sanción máxima –suspensión- de un año, la investidura sería votada por el mismo congreso con un porcentaje de 2/3, y varios casos que están en vigencia pasarían a ser juzgados por esta nueva reforma. 

En el debate de la conciliación, lo que sucedió fue poner todos estos pequeños temas que querían dejar sin clarificar, bien estipulados en la ley, lo que pareció un “descaro” –tal vez de sinceridad- al gobierno y rechazo estos últimos artículos que se “transformaron en la conciliación”, cuando este espíritu de impunidad venía desde los primeros planteamientos. Entre los principales cambios constitucionales que se incorporan en la reforma se destaca la eliminación de la Comisión de Acusación y del Consejo Superior de la Judicatura, la doble instancia para juzgar a los congresistas y la ampliación de la edad a los magistrados de las altas cortes hasta los 70 años y su permanencia en el cargo por 12 años.

El miedo en el gobierno de Santos no pudo ser disimulado, pretendiendo hundir esta reforma convocando a sesiones extraordinarias, para lograr salvar su popularidad, tratando de evitar acciones de “hecho”, que pondrían en riesgo la estabilidad de los poderes, como podría ser un referendo o la manifestación de distintas formas del pueblo colombiano. Este discurso de “yo no tuve la culpa” es simplemente una forma de confundir al pueblo, pues no hay ningún otro culpable que el mismo gobierno santista que desde sus inicios busco dicha contra-reforma a la justicia. 

No obstante, la misma realidad demuestra que la gran carta magna del 91 esta hecha para una clase dominante, por ello, sí se debe plantear una reforma a la justicia que cuestione a profundidad el manejo del poder judicial en el país, claro esta que este cuestionamiento no puede ser ajeno a las demás problemáticas estructurales que vivimos en Colombia, y que deben ser combatidas y transformadas en su totalidad, sin creer en las buenas intenciones del gobierno al “reformar” algo, porque al igual que en la educación, lo que buscan siempre es el beneficio del capital y de su clase.

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