“Maldita
sea la exitosa dictadura del miedo, que nos obliga a creer que la
realidad es intocable y que la solidaridad es una enfermedad mortal,
porque el prójimo es siempre una amenaza y nunca una promesa”.
Eduardo Galeano
No
deja de sorprender la capacidad de manipulación de la administración de
la UPN, encabezada por el Consejo Superior y Académico, para adornar
las decisiones que se han discutido buscando solucionar la
“vulnerabilidad” y “crisis” de seguridad que afronta nuestra
Universidad. Claro ejemplo de ello es el comunicado que aparece hoy, en
que el rector hace algunas “aclaraciones” a los informes de las sesiones
de dichos consejos esta semana.
Hay
que empezar por decir que las directivas de la Universidad, sin ni
siquiera el beneficio de la duda, han señalado de manera grave a los
compañeros y la compañera que fallecieron, condenándolos sin tener en
cuenta las investigaciones de los organismos competentes. Hicieron
alusión tan solo a algunas informaciones que, además de amañadas y
amarillistas de los medios de comunicación y tomando las primeras
declaraciones de la policía, carecen de una investigación seria. Por el
contrario, se han mostrado indolentes y apáticos, manchando el nombre de
nuestros compañeros sin ofrecer siquiera un mínimo duelo por tres
personas que hicieron parte de la comunidad universitaria y cuya muerte
nos debe doler, por encima de las barreras ideológicas y políticas. La
Universidad debe defender la vida y rechazar la muerte, como por lo
menos sucedió en el reciente caso de la UPTC. Pero las directivas han
usado el hecho para dar inicio a una serie de acciones que nada tienen
que ver con la reflexión que según ellos se debe hacer. Cabe preguntar
quiénes son los que le quieren dar un uso político a tan lamentable
hecho.
En
efecto, el Consejo Académico le sugirió al Consejo Superior el pasado
28 de marzo, cerrar la Universidad para que los profesores y
funcionarios entren en un proceso de reflexión acerca de la necesaria
“reorientación” de la Universidad y para refundarla. La discusión en el
CSU, que se amplió por más de dos horas, terminó aplazando la decisión
para el día 9 de abril en reunión extraordinaria. Sin embargo, ninguno
de los consejeros, a excepción del profesor y estudiante, estuvimos de
acuerdo con el cierre. La única razón por la cual no se aprobó fue
porque la administración no presentó una propuesta de calendario, para
lo cual se le dio estos días de receso para elaborarlo. El tiempo de la
suspensión tampoco quedó claro, pero lo cierto es que en este órgano la
administración detenta todos los votos para aprobar el cierre, al que
han querido llamar un “alto en el camino” o “suspensión” para que no
suene tan fuerte ante la comunidad universitaria.
Se
planea además la reforma del reglamento estudiantil para hacer más
eficaces los procesos disciplinarios ya que existen unos vacíos que lo
hacen inaplicable en la actualidad, pero también para ponerlo en
sintonía con leyes del orden distrital y nacional como la de seguridad
ciudadana, la ampliación de las entradas de la calle 72 y 73, con el
argumento de que ante una eventual emergencia ni las ambulancias ni los
bomberos tendrían cómo entrar. Nosotros solicitamos que quedara en claro
que la apertura era principalmente para el esmad, que en varias
ocasiones ha dañado la entrada de la 73 para poder ingresar a nuestro
claustro.
También
señalan las directivas que los discursos pedagógicos son
desesperanzadores –según ellos– y promueven pesimismo, y que los
estudiantes llegan y en primer semestre hay docentes que se encargan de
alimentar resentimientos. Ante esto hay que señalar que no pueden ser
los profesores objeto de persecución por sus contenidos y análisis. Hay
un principio democrático fundamental y es el de la libertad de cátedra,
pero también somos los estudiantes sujetos políticos, con criterio, y
hemos tenido una relación crítica con la sociedad, en medio de unos
agudos y profundos conflictos.
En
síntesis todas las propuestas están sustentadas en la “peligrosidad de
los estudiantes” y en la necesidad de adelantar actividades de reflexión
donde nosotros no estemos, porque según ellos somos un agente de
confrontación y desequilibrio. La universidad que ellos quieren es esa,
sin estudiantes, sin discusión, con las puertas cerradas. Aunque
intenten negarlo, los créditos de los que habla Orozco en el comunicado
nos los darán los hechos. La reflexión, la reorientación y papel de la
Universidad en la sociedad no se puede discutir sin los estudiantes y
sin la academia. Para ello están las aulas, las mesas de trabajo, las
asambleas. Es necesario exigir que la propuesta excluyente no sea
aprobada el próximo 9 de abril, como hasta el momento parece que va a
ser. Por último, si la administración cree que estamos diciendo
mentiras, que salga del “P”, que nos hable de frente, no por comunicados
o en eventos fuera de nuestra Alma Mater, como la rendición de cuentas
que ha anunciado en la Biblioteca Virgilio Barco.
Oscar Ruiz, Representante estudiantil ante el Consejo Superior,
Universidad Pedagógica Nacional.
Bogotá 30 de marzo de 2012
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