Corriente de Acción y Resistencia Popular –CARPO-
Frente Estudiantil Revolucionario – Sinpermiso -FER. Sinpermiso-
M-19
ESTUDIANTES UN.
Parafraseando a un famoso dramaturgo:
“Si la gente sólo quiere ver lo
que puede entender, no debería ir al teatro (a la universidad, al arte, a la
vida). Debería ir al baño”
Hay un sitio amplio e iluminado, todo es luz y música, no hay pintas, murales,
no hay arengas, limosneros o ventas ambulantes; un lugar que parece de fábula, cada
cosa está en su puesto, cada uno en su mundo particular; todo es tan confortable y limpio que
podríamos estar allí todo el día, las personas van allí con sus mejores trajes
y mantienen una actitud de placidez ejemplar en semejante templo del bienestar.
La limpieza y el orden la mantiene un ejército de seres invisibles que usan uniformes
ridículos para diferenciarse de la gente que disfruta del espacio público; los espacios
comunes pueden compartirse sin la interferencia de ningún objeto, animal o
persona extraña a ese ambiente. Cualquier comportamiento por fuera de lo
establecido o esperado, que genere incomodidad o disgusto para los intercambios
o la “sana diversión” que allí se ofrece, es inmediatamente neutralizado por
los agentes encargados de la seguridad, que tienen fuertes esquemas y
protocolos para garantizar la tranquilidad de los que habitan temporalmente allí.
Adicionalmente son pocos los resquicios que permiten a la multitud observar el
horrible entorno, desaseado, lleno de gente indeseable que está por fuera de
aquel lugar de maravilla y que conforma el mundo de los que no están, porque
son tontos y no quieren, porque son feos y se avergüenzan, porque son pobres y
no tienen. Allí sólo caben seres especiales que saben comportarse y tienen lo
necesario para cumplir el rol que se les asigna y que no están dispuestos a
preguntas empalagosas como: ¿Quién y cómo define las políticas de seguridad de
este espacio? ¿Quién define quien puede o no permanecer, qué actividades se
pueden desarrollar y en qué horarios?, quién gobierna y cómo se maneja este
espacio que – si nos atenemos a una definición simplista- es público, porque
allí todos tienen acceso. Algunos malpensados ya se figuran en su cabeza la
universidad del futuro, pero no. Estamos hablando del centro comercial.
El debate acerca de las pintas en las paredes de la universidad, en un
aspecto, nos cuestiona y plantea la necesidad de ser más creativos, pulir
la forma, ser más claros en la idea y eso siempre es bueno. En otro aspecto nos
remite a dos temas que de manera casi circular han venido planteando ciertos sectores: la libertad de expresión y el
concepto de lo público. Dos temas frente a los que expondremos algunos puntos
de vista que indudablemente se quedan cortos ante la complejidad de las
contradicciones universitarias y nacionales. Cada uno de estos temas puede
abordarse desde perspectivas políticas distintas. Lo público puede asumirse
desde dos acepciones: los espacios comunes donde todos nos encontramos, esos
espacios son cualquier lugar fuera de la casa o del ámbito íntimo de cada cual.
Es posible que de ese modo la discusión asuma dimensiones estéticas, de gustos
o disgustos, de “higiene” vs “suciedad” donde lo público va hasta la pared,
hasta la apariencia y la forma. Es ésta una definición que creemos muy
restringida, porque, hasta para el más espiritual de los humanos, toda acción tiene un significado en relación
a los contextos sociales y las relaciones de poder en que vivimos.
De este modo nos aproximamos a
una segunda definición de lo público que, queremos precisar, debe referirse
primero y ante todo al acceso a la
configuración del discurso público, es decir, la participación en la definición
de tal discurso es la participación en la cosa pública, en las orientaciones
políticas y sociales que configuran las relaciones de poder en las sociedades. La
participación en lo público, es en última instancia, la participación en el
poder político, lo público entonces va más allá de la pared, y necesariamente
incluye la posibilidad de abrir el espacio político para los comportamientos y
planteamientos disidentes. Negar esto es pretender que sean sólo las autoridades
o las elites en el poder quienes definen lo que se puede debatir y lo que son
asuntos exclusivos de quienes toman las decisiones políticas. Lo público es un
campo de encuentro y también un campo de disputa, lo público se adentra en la
cuestión política del manejo y control de los recursos, de la participación en
las definiciones del poder público.
El acceso a lo público, lo es a la configuración del discurso que se
ocupa de los asuntos que en teoría nos competen, comprometen y afectan a todos.
Hoy en Colombia ese acceso es restringido, lo tienen los detentadores del poder
en la sociedad y logran, entre otras cosas, mantener esas mismas relaciones de
poder autoritarias y antidemocráticas, haciendo que amplios sectores se
identifiquen con su discurso, lo reproduzcan y crean, por ejemplo, que si
opinan las directivas universitarias o las autoridades nacionales, sus
opiniones son técnicas y no tienen nada que ver con su orientación política,
pero si opinan los estudiantes, los profesores y los trabajadores, en contrario
a las autoridades, su opinión es entonces una expresión ideológica, cuando no
de odio y frustración.
Esto refuerza las relaciones de poder existentes y constituye la
hegemonía del discurso en la que surge el otro demonizado, el fanático, el enfermo
social. La patologización del pensamiento y el comportamiento disidente en la
sociedad, es la que da lugar al tratamiento de indeseables, sujetos problema y
por tanto prescindibles, la no gente, suprimibles, o erradicables que no escuchan
ni tienen argumentos. Por ese camino se consolida el pensamiento único cuasi
religioso donde lo que no es oficial es herejía política.
Llegamos entonces a la relación existente entre lo público y la libertad
de expresión. Esta última como derecho social construido histórica y
colectivamente, como conquista sobre la opinión irrefutable otorgada por la divinidad
a reyes, chamanes, sacerdotes o escrituras sagradas, como la posibilidad
original de pensar y expresar posturas que cuestionan el poder incluso para
derrocarlo o para reinventar nuevas
formas de ejercerlo. Por ese camino la libertad de expresión surge como una
posibilidad concreta de buscar la participación en el poder político, es decir,
de acceder a lo público.
Una visión estrecha y pueril de la libertad de expresión conduce a
pensar que consiste en algo así como:
“Haz lo que quieras pero jamás violes la ley, opina sin molestar a nadie,
sin hacer preguntas acerca del tiempo y del mundo en el que vivimos”. ¿Pero si es la ley lo que cuestiono?, ¿si
es la ley que considero injusta la que precisamente quiero transformar?
La imposibilidad de las expresiones alternativas al poder, como quiera
que ellas vengan, es sembrar la imposibilidad de la incidencia en ese poder
político. Si la libertad de expresión se reduce a una libertad como la de los
dementes, que pueden hacer lo que quieran porque hagan lo que hagan a nadie le
importa. Tienen todas las libertades salvo la que importa, la libertad de
actuar en la sociedad, de participar en el poder político y en la cosa pública.
Ejemplo de la casa: nosotros impulsamos la constituyente universitaria,
en función de construir una comunidad de sentido donde todos quepamos, que
entienda su pertenencia a la UN como capacidad de definición en el rumbo de la
universidad, como capacidad de incidencia en las decisiones que orientan el
futuro y la relación de la universidad
con el país, como una expresión de democracia universitaria, de acceso a la
cosa pública, a la definición del discurso público para aportar a la superación
de la tragedia nacional. Si nuestras propuestas y denuncias simplemente son
silenciadas, estigmatizadas, definidas como obra de malvados y oscuros
intereses, culpables de toda nuestra desgracia. Entonces nuestra posibilidad de
participar en el poder político y en las definiciones políticas se esconde, se
oculta, se niega sin el acceso a los medios y a la posibilidad del discurso
público. Un artículo nuestro acerca del control
territorial sobre la universidad por parte de jibaros y paramilitares en asocio
con la policía, para favorecer los negocios de Sarmiento Angulo con el rector y
el vicerrector de sede, no va a salir en semana, ni en cromos, así de simple.
Al emperador no le gusta que le digan que está desnudo.
El debate en torno a la libertad
de expresión y las formas correctas de expresarse recoge discusiones sobre los
modelos éticos, estéticos, políticos que cada cual propone, por esa razón es
muy difícil que alguien defina entre nosotros qué es bueno, qué es malo qué es
bonito y qué es feo. Ya se ha visto mucho en la historia que significan esas
definiciones del mundo: los árabes, los
negros, los judíos, los indios, los homosexuales, los latinos han sido muchas
veces culpables de ser feos, indeseables, de generar la situación de crisis, de
dañarlo todo, de incomodar nuestra existencia. El chivo expiatorio sirve para
transferir la responsabilidad de quien toma las decisiones hacia los mismos
afectados por esas decisiones.
En la concepción higienista de la universidad en la que todo (menos lo
importante) está en su sitio, lo feo no se acepta, lo que incomoda al mostrar
lo problemático dentro o fuera de la malla debe ser erradicado. Después de todo
al centro comercial se viene a relajarse y a no pensar en los problemas del
mundo y todo lo que nos evoque esos
problemas y dañe nuestra sensación de confort es malo.
La ilusión de una sociedad o una universidad sin conflictos, diluidos
sus intereses en un consenso absoluto y una convivencia cálida, silenciosa y
exenta de contradicciones, es sólo una ilusión. La sociedad y la universidad
como universalidad se desarrollan en medio del conflicto y la hostilidad de
intereses, posturas políticas y concepciones del mundo diversas. Y es ese
debate el que debe expresarse más allá de la pared, creemos que debe
manifestarse en la definición del rumbo universitario, en participar en las
definiciones políticas y no solo en acuerdos sobre si muros o carteleras,
pintas o murales, blanco o de colores. ¡Eso que blanco ni que colores! No es
aceptable una situación en la que nosotros como comunidad, podemos opinar sobre
tonterías porque supuestamente tenemos menor capacidad, mientras ellos que en
teoría son los miembros inteligentes de la comunidad, toman las decisiones
importantes, les hacen propaganda, las imponen y a eso le llaman consenso.
La universidad diversa es la universidad que define para sí misma su
rumbo histórico, que define su papel y su aporte en la construcción de una
nación sin guerra, sin exclusión, sin autoritarismo, para que esto deje de ser
un país y una universidad donde aceptamos todo lo que nos imponen, porque nos
han enseñado en los últimos años que democracia es votar a ciegas y legitimar
así un conjunto de procedimientos para penalizar y para excluir.
Entendemos que aquí se vinculan muchas
discusiones que superan este espacio, y que tocan con la validez de la política
desde la acción directa. Hay mucha tela por cortar en torno a esto pero nos saldríamos
del ámbito de la discusión. Queremos cerrar con una bella cita que del Quijote,
EZ recoge en su texto “sobre la lectura”:
“Don Quijote
cree en los libros de caballería, es una locura, ¿por qué una locura? Porque no
son una ideología dominante y por eso los pone Cervantes; en cambio si fueran
una ideología dominante no serían una locura. Por ejemplo, el cura le dice a
Don Quijote: "Y vos alma de cántaro. Don Quijote o Don Tonto, o como os
llaméis, quién ha venido a contaros que hay gigantes, malandrines y
encantadores, ni los hubo nunca en el mundo y por qué no vais a preocuparte por
tu mujer y tus hijos en vez de ir disparatando por el mundo?". Y Don
Quijote le dice: "¡Ah! pero la biblia que no puede faltar en nada a la
verdad, nos enseña que los hubo, contándonos la historia de aquel gigantazo de
Goliat". En otras palabras don Quijote le dice al cura que el problema
consiste en que mientras él —Don Quijote— cree en los libros de caballería, el
cura cree en la Biblia. El
cura cree que lo de Don Quijote es loco porque lo siguen pocos y lo suyo es
cuerdo porque lo siguen muchos.”
Creemos que allí está el fondo del debate. Debatimos desde posturas políticas
diferentes y desde identificaciones sociales distintas. Por lo pronto a quienes piensan que estamos locos les
decimos que sí, que reivindicamos la locura como la posibilidad de inventar
mundos posibles, nuestro comportamiento es desadaptado por que cuestiona la
ideología dominante. Hay que estar loco para meterse a esto e ir en contra de un estado de cosas delirante, eso nos hace
revolucionarios, eso nos hace encontrarnos con el pobre, con el excluido, con
el marginal, eso nos identifica con la locura, con la vida que se desborda de
los cauces establecidos, con la dignidad de los que luchan aun sabiendo que van
a perder. Por eso estamos orgullos de ser negras, pobres, homosexuales, indios,
campesinas, de ser la raza cósmica latinoamericana; por eso nos identificamos
con esas clases que son lado invisible de la
sociedad y nos comprometemos en sus luchas, no tenemos miedo de
enfrentarnos al abismo aterrador de lo desconocido, porque la lucha revolucionaria es la
incertidumbre y lo que pase con la suerte de los más débiles nos afecta el ser
y la vida. No queremos ser europeos, no queremos ser gringos, no vamos a
repartir el veneno de la resignación que amansa la rebeldía. No somos serviles
y tampoco cargamos odio o frustración en nuestros corazones, es decir, no
luchamos para ser libres. Es al contrario: porque somos libres luchamos….
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