6 de junio de 2013

LA NOCHE EN QUE MURIO ABALEADO POR LA POLICIA EL PRIMER ESTUDIANTE UNIVERSITARIO


[Publicado en la revista Suversión N° 564 (2) Noviembre 1993, Bogotá]

Son las diez de la noche del viernes 7 de junio de 1929. Durante todo ese día, los estudiantes han realizado manifestaciones de protesta contra el gobierno. Una brigada universitaria que circula por las cercanías del Palacio Presidencial es atacada con armas de fuego por la policía. Sobre la calle cae, ensangrentado, Gonzalo Bravo Pérez, primer estudiante víctima del sistema en el presente siglo. Sus compañeros levantan el cadáver, y un grupo creciente de estudiantes, obreros y gamines forma el cortejo que acompaña al muerto hasta la cercana Casa de Salud del doctor Peña. La noticia corre rápidamente entre la indignada población de Bogotá.
Entretanto, tras las altas cortinas de los ministerios, se mueve la ‘rosca’ de dignatarios que desde hace tiempo hace de las suyas con la complacencia del Presidente de la República, el profesor de Derecho de la Universidad Nacional, Miguel Abadía Méndez. Esa rosca maneja el tráfico de influencias, los peculados, la malversación de fondos públicos, el nepotismo y la persecución de funcionarios que representan un obstáculo a la corrupción. (Toda semejanza con hechos actuales no es ninguna coincidencia).
A esta ‘rosca’ pertenecen:
- Arturo Hernández (el “Chichimoco”), Ministro de Obras Públicas y sospechoso de chocorazos en las urnas de su pueblo, Facatativá.
- Doctor Ignacio Rengifo (“míster Whisky”), alcohólico Ministro de Guerra, más conocido por sus órdenes represivas contra las huelgas de la Tropical (1927) y en la masacre de las Bananeras (1928).
- General Carlos Cortés Vargas (“don Bananos”), Director General de la Policía y ejecutor de la masacre de las Bananeras.
- Doctor Ruperto Melo, Gobernador de Cundinamarca.
- Hernando de Velasco, Gerente de la Empresa Municipal del Tranvía de Bogotá y cuñado del Presidente Abadía.
- Alejandro Osorio, Gerente del Acueducto de Bogotá.

Guerra a La Rosca
Desde hacía tiempo se venían levantando voces de protesta contra esta camarilla. El cura Pedro Alfonso Zawadsky, párroco de Sevilla (Valle), había dicho en el púlpito que el gobierno era "una sociedad de socorros mutuos para tapar las más grandes bellaquerías". Pero la ‘rosca’ tenía tan buenos amigos, que el Obispo de Cali, monseñor Luis Adriano Díaz, suspendió al padre Zawasky de sus funciones.
La creciente ola de escándalos financieros y administrativos movió al flamante Alcalde de Bogotá, Luis Augusto Cuervo, a descabezar a la ‘rosca’ destituyendo (4 de junio de 1929) a los Gerentes Velasco y Osorio. Ante esta medida, el ‘enroscado’ Gobernador Melo destituye al Alcalde Cuervo y repone a sus cómplices. Pero las elecciones presidenciales de 1930 se acercan y los partidos aprovechan la ocasión para hacer campaña. El día 6 de junio se realiza una caudalosa manifestación de apoyo a Cuervo. En su transcurso se levantan voces de protesta por los crímenes de la ‘rosca’ y por las matanzas de campesinos del año anterior. Entre los oradores del acto multitudinario, están Silvio Villegas (el futuro “Leopardo” conservador) y Jorge Eliécer Gaitán (el futuro “Tribuno del Pueblo”). La policía montada detiene violentamente la manifestación en la esquina de la Iglesia de San Francisco, pero un nutrido grupo logra llegar hasta el Palacio Presidencial entonces situado en la calle 8 con carrera 7. Allí la policía vuelve a atacar: un sargento arrebata la bandera nacional a un grupo universitario, la pisotea y ordena la brutal represión. El tumulto se agiganta con la participación de obreros, empleados y otras gentes del pueblo.
La terrible lucha callejera enardece a los universitarios, que se toman la dirección del movimiento. Una asamblea realizada esa noche en la Casa del Estudiante (en pleno centro) acuerda el paro general para el día siguiente y el saboteo al tranvía municipal. El Comité Ejecutivo de la Federación Nacional de Estudiantes, formado por Manuel Antonio Arboleda, Mario Aramburo, Diego Luis Córdoba, Luis Alberto Bravo y Hernando Echeverry, lanza un comunicado de respaldo. El Centro Departamental de Estudiantes de Cundinamarca, presidido por un joven fogoso y elocuente de nombre Carlos Lleras Restrepo, junto con Angel Echeverry, Isabel Montaña, Ernesto Molano Castro y Antonio Vicente Arenas, declara oficial la huelga. Hasta la “Reina de la Universidad”, Beatriz Ucrós Guzmán, "distinguida dama de la sociedad bogotana", se declara contra la rosca. Paralizada la Universidad, los comerciantes se pliegan al movimiento y Bogotá asume el aspecto de una ciudad muerta.

Las brigadas estudiantiles
Los universitarios ocupan la ciudad con brigadas móviles (tal como lo hacen en nuestros días, cuando estallan conflictos). Las brigadas inician su labor a las cinco de la mañana del 7 de junio. En una de ellas, asignada al centro de Bogotá, participa el joven estudiante de segundo año de Derecho Gonzalo Bravo Pérez, pastuso, hijo del empresario Julio Bravo (dueño de la planta eléctrica de Pasto) y de Leticia Pérez. La madre de Gonzalo es hermana de uno de los más íntimos amigos del presidente Abadía, el antiguo magistrado de la Corte Suprema, doctor Gonzalo Pérez. Esta circunstancia le ha abierto al joven Bravo el acceso a Palacio, a donde concurre con frecuencia. Se ha hecho amigo de los hijos de Abadía, también universitarios, que apoyan el movimiento y toman parte activa en las manifestaciones de protesta.
A las cinco de la tarde se desarrollan nuevos mítines que convergen en la Plaza de Bolívar. Allí hablan varios oradores jóvenes, entre ellos Carlos Lozano y Lozano, Luis Eduardo Nieto Caballero y Gabriel Turbay, quienes entonces pasaban por “socialistas”.
La gente avanza hacia el Palacio Presidencial. Nuevos choques con la policía, que es derrotada en las calles. El General Cortés Vargas declara que "lamentablemente" Bogotá no cuenta con equipos modernos de represión. Los manifestantes se adueñan de la calle.
El Presidente tambalea, y para no caer, les pide la renuncia esa misma tarde a todos los miembros de la ‘rosca’. Abadía se ha salvado, pero los estudiantes han cosechado una primera victoria. La población se vuelca jubilosa a las plazas y avenidas.

El triunfo enlutece
Las brigadas estudiantiles continúan agitando la ciudad, y la del joven Bravo permanece en acción en la calle 8 hasta las diez de la noche, hora en que él decide "ir a cenar a Palacio". En ese momento irrumpe un destacamento de policía montada que abre fuego contra los muchachos. Grupos de obreros y gamines acuden en defensa de los estudiantes, enfrentándose a piedra con los agentes, pero ya ha caído, herido de muerte, Gonzalo Bravo Pérez.
En medio de la balacera, la señora Teresa Sicard de García, hija de un conocido general, increpa a los policías recordándoles que "no están en las bananeras". Pero el oficial que comanda el pelotón ordena continuar el tiroteo.
Dos días después, el domingo 9 de junio de 1929, una impresionante muchedumbre concurre a los funerales de Bravo, mientras la Universidad mantiene la huelga, exigiendo el retiro de sus cátedras del Presidente Abadía y otros amigos del régimen. Los claustros estudiantiles manifiestan su repudio a la actitud del maestro Guillermo Valencia, rector de la Universidad del Cauca, por no haber dado permiso al hermano del muerto, también estudiante, para viajar al entierro.
Engaño y frustración
Asustados por la alianza obrero-estudiantil que se ha evidenciado en esta lucha, los políticos y ‘notables’ que habían desencadenado el conflicto visitan al Presidente Abadía para transar con él. Con solemnes expresiones de “patriotismo”, cubren la traición exigiendo, ritualmente, "una investigación penal por los hechos del 7 de junio".
Los universitarios caen en la trampa: levantan el paro. La "investigación penal" demuestra que "la policía no había gastado un sólo cartucho en las jornadas cívicas", que "la escolta de Palacio tampoco había gastado un sólo cartucho de dotación" pues ni siquiera se había asomado cuando escuchó la gritería en la calle, y que la muerte de Bravo era un misterio insondable. Han pasado 45 años desde ese crimen y todavía no aparece el asesino. Eso se llama gobernar.
Otra vez la muerte
Veinticinco años después, el 8 de junio de 1954, caía otro estudiante asesinado: Uriel Gutiérrez. Al día siguiente eran masacrados, en las calles de Bogotá, varios universitarios más. Más allá del gobernante de turno (Gustavo Rojas Pinilla) seguía operando el mismo sistema de represión y de muerte.
Pero el movimiento estudiantil iniciaba entonces una nueva era de luchas y combates. Lo que una vez fue protesta contra camarillas corrompidas, ahora era cuestionamiento de todo el orden social, integración a las luchas generales del pueblo y creciente toma de conciencia para organizarse y participar en la transformación revolucionaria de la sociedad colombiana. A pesar de los golpes, la represión y la muerte, la universidad sigue siendo una reserva del pueblo en el largo camino de la liberación definitiva.


Notas:
1. Artículo publicado en la revista Alternativa No. 9, Bogotá, Junio 10 a 24 de 1974. El título de este artículo ha sido escrito para ésta edición puesto que originalmente no lleva título. (nota del editor).
2. Es en remembranza y conmemoración de éstos eventos que los estudiantes, año tras año y como símbolo de renovación de su tradición de combate, realizan actos de protesta o reivindicación los días 8 y 9 de junio. (nota del editor).

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