Hoy una multitudinaria marcha
en Necoclí es encabezada por el Primer Mandatario Colombiano, un acto que se ha
promocionado con bombos y platillos y que demuestran “la buena voluntad” del
gobierno, un gobierno que se ha caracterizado por la cooptación de los
movimientos sociales, que se declara de tercera vía, la vía del “neoliberalismo
humano”, una gran ironía.
Según el presidente Santos la
lucha por la tierra “no es una lucha de ricos contra pobres, no es una
confrontación entre campesinos y terratenientes, NO ES UNA LUCHA DE CLASES; es
simple y llanamente una cruzada de lo legal contra lo ilegal”. Gran barbarie la
declaración de este señor.
Desconocer el carácter que tiene la problemática agraria en Colombia es desconocer todo el proceso histórico que ha existido en nuestro país alrededor de la tenencia de la tierra. El problema de la tierra no deviene de la problemática del conflicto armado y su proceso de desplazamiento, es al contrario, el surgimiento de las guerrillas y el conflicto armado actual tiene parte de su origen en el problema agrario, en la posesión de la tierra, en el monocultivo y la explotación al campesino. No podemos hablar de simple y llanamente una cruzada de lo legal contra lo ilegal, cuando lo legal en este país ha estado monopolizado por los mismos dueños de la tierra, cuando lo legal es que el 0.4% de los propietarios de la tierra posee el 62% de esta, mientras el 58% solo posee el 1.6%.
Desconocer el carácter que tiene la problemática agraria en Colombia es desconocer todo el proceso histórico que ha existido en nuestro país alrededor de la tenencia de la tierra. El problema de la tierra no deviene de la problemática del conflicto armado y su proceso de desplazamiento, es al contrario, el surgimiento de las guerrillas y el conflicto armado actual tiene parte de su origen en el problema agrario, en la posesión de la tierra, en el monocultivo y la explotación al campesino. No podemos hablar de simple y llanamente una cruzada de lo legal contra lo ilegal, cuando lo legal en este país ha estado monopolizado por los mismos dueños de la tierra, cuando lo legal es que el 0.4% de los propietarios de la tierra posee el 62% de esta, mientras el 58% solo posee el 1.6%.
El problema de la tierra en
Colombia si es una confrontación entre campesinos y terratenientes, entre las
clases desposeídas y las dominantes que se han formado en nuestro territorio,
es una de las manifestaciones de la lucha de clases en Colombia. No podemos
desconocer el carácter de clase de los terratenientes y de los campesinos desposeídos.
La ley se limita a la mera
reparación económica parcial. Excluye las víctimas de los años 80, época en la
que la guerra sucia desplazó y asesinó a miles de campesinos y líderes sociales.
Sólo cobija las del 91 para acá. En la llamada restitución de tierras, sólo se
contempla la “devolución” de una tercera parte de las tierras despojadas, 2
millones de hectáreas de las 6 que se considera fueron arrebatadas. La ley deja
a discreción del gobierno, definir qué zonas se incluyen en el programa y
cuáles no, parte básica de los trámites se da en los niveles regionales, los
que precisamente están controlados por los victimarios, por los que han
despojado y establecido un poder local mafioso y paramilitar (un ejemplo es el
caso de Uribe en Montería, por sólo mencionar uno de tantos). Los trámites
jurídicos, son casi que inalcanzables para el campesino expropiado que no sabe
de leyes, no tiene capacidad económica para contratar abogados, ni mayores
posibilidades de deambular oficina por oficina, detrás de los diversos trámites
que ha de cursar.
“Además de que no se entregará toda la tierra, es necesario analizar
otro “puntico” de la ley, los casos con objeción de “tenedores de buena fe”,
que irían a los magistrados de la circunscripción. Cálculos oficiales estiman
en 60 mil los posibles litigios, lo que para cada una de las 60 magistraturas,
implicaría atender 100 pleitos por año”[1].Estudios
de Ibáñez indican que el 50% de los desplazados no retornarían y con el paso
del tiempo este porcentaje puede ser menor y peor todavía si los esperan a
sangre y fuego.
Además, en el marco de Prosperidad para todos se busca
fortalecer la explotación agro-minera, que se desarrolla con la base de la
confianza inversionista desarrollada por el régimen de Uribe, permitiendo la
incursión de grandes multinacionales con el fomento de la nueva modalidad
paramilitar, las BACRIM. Por sólo poner un ejemplo, la Corporación Anglo
Gold Ashanti (que quería construir la mina de la Colosa) está realizando una exploración
en 825 mil hectáreas. A esto hay que sumarle los datos presentados por la Agencia Nacional de Hidrocarburos, están en exploración
21,4 millones de hectáreas y otras 79,4 millones están por
entregarse a las transnacionales petroleras.
Con el nuevo PND de
prosperidad para todos, se diseña un reordenamiento territorial para la
creación de entornos territoriales competitivos, teniendo como propósito,
especializar las regiones en el ofrecimiento de servicios y la optimización de
los recursos para minimizarle costos al interés extranjero. El paramilitarismo,
que ahora el gobierno llama Bacrim, es funcional a estos reordenamientos
territoriales, por eso se han vuelto a reactivar.
¿Y no hablamos de una lucha de
clases? El problema de la tierra en Colombia demuestra el carácter de clase del
Estado y sus políticas antidemocráticas y militaristas, pues sus planteamientos
no responden a una verdadera “reforma agraria” como lo menciona el presidente;
así se logre “devolverle la tierra” a algunos campesinos, no se está planteando
una redistribución de la misma, el problema no es entre la “posesión legal o
ilegal”, el problema radica en altísimos niveles de concentración de tierra que
existe en Colombia.
Sin embargo, no es posible
reducir el problema de la tierra simplemente a la posesión de la misma, va
mucho más allá, y estos problemas no son tocados por la ley. La ley en curso no
restituye al campesino en unas condiciones que le permitan sobrevivir,
mantenerse en la tierra, hacerla producir y permanecer en el territorio. Es
necesario realizar un análisis de todas las consecuencias que produjo la guerra
paramilitar que despojo a miles de campesinos, el problema de la proletarización
del campesinado (que ha producido nefastas consecuencias para las ciudades),
pues centenares de familias campesinas que llevan varios años viviendo en la
ciudad se han acomodado a un proceso de producción diferente. Las familias que llevan
años deambulando fuera de sus territorios es difícil que se acomoden a un
pedazo de tierra en una región que desconocen completamente, ¿Con qué recursos
económicos va a sobrevivir, va a construir su vivienda y a volver productivo el
pedazo de tierra adjudicado? Se verá obligado a vender esa tierra, a arrendarla
o abandonarla. El modelo no coincide con la economía campesina. Para ello
tendría que darse un cambio de modelo. El tamaño del problema del
desplazamiento, exige mucho más que un pedazo de tierra y ello exige una
política de Estado y no la improvisación gubernamental.
Además esta ley no cambia las
realidades de violencia que lo sacaron de la tierra, pues seguimos enmarcados
en un contexto de guerra, y con el modelo minero extractivo viene una nueva
oleada de desplazamiento y de mayor concentración, siendo las BACRIM la nueva
herramienta para la desposesión del campesinado, la seguridad no tan privada de
los grandes empresarios.
La redistribución de la tierra., su uso para la producción de alimentos y otro modelo agrario, sigue siendo una de las principales reinvindicaciones del campesino pobre. Además de generar un proceso verdadero de redistribución que afecte de manera directa la concentración de la tierra en pocas manos, es necesario generar una planeación popular del desarrollo de las fuerzas productivas, donde se plantee como pilar una innovadora y adecuada explotación del suelo, que garantice una soberanía alimentaria y plantee nuevas formas del uso de la tierra, erradicando el monocultivo y la ganadería extensiva, pues son causas fundamentales de la erosión del suelo y su futura improductividad.
La redistribución de la tierra., su uso para la producción de alimentos y otro modelo agrario, sigue siendo una de las principales reinvindicaciones del campesino pobre. Además de generar un proceso verdadero de redistribución que afecte de manera directa la concentración de la tierra en pocas manos, es necesario generar una planeación popular del desarrollo de las fuerzas productivas, donde se plantee como pilar una innovadora y adecuada explotación del suelo, que garantice una soberanía alimentaria y plantee nuevas formas del uso de la tierra, erradicando el monocultivo y la ganadería extensiva, pues son causas fundamentales de la erosión del suelo y su futura improductividad.
Esta marcha es sólo un ejemplo
más de la demagogia usada por Santos, que intenta maquillar los problemas estructurales
que se viven en Colombia que radican en un modelo económico que ha explotado a
miles de colombianos y colombianas. Intenta cooptar al movimiento campesino
para evitar un posible cuestionamiento a sus políticas y legitimar su gobierno.
[1] DESDE ABAJO. “Revolución agrícola de
Santos: ¿mucho ruido y pocas nueces?. Tomade de http://desdeabajo.info/actualidad/colombia/item/19156-%E2%80%9Crevoluci%C3%B3n-agr%C3%ADcola-de-santos%E2%80%9D-%C2%BFmucho-ruido-y-pocas-nueces?.html
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