Éste
lunes, primero de octubre, en la base militar de Tolemaida, Esteban Santos,
hijo menor del Presidente de la República, recibió su arma de dotación luego de
tres meses de entrenamiento. Junto a él, 76 soldados más recibirán sus
respectivas armas y labores en diferentes áreas.
Este
“héroe de la patria” como es de suponerse no será llevado a combate como a
otros jóvenes militares a quienes se les arrebatan sus sueños. Esos sueños de un
futuro que se destruye por el magnífico
servicio militar obligatorio o la idea del deber servir a la patria.
El
recibimiento de armas por parte del heredero del mandatario resulta un elemento de admiración para la prensa nacional.
Mientras que para un joven colombiano, que no tenga la sangre Santos, prestar
el servicio militar signifique sacrificar sus sueños por la patria, para
Esteban significa amplificar su riqueza por encima de ella y propagar la guerra.
Pero al parecer la prensa colombiana no logra distinguir entre sacrificar los
sueños y tener lujos, y por eso incentiva, con el ejemplo glorioso de Esteban,
a los jóvenes a vincularse al ejército. No nos imaginamos a un Santos patrullando
ni la casa de Nariño ni cualquier otro lugar del país y mucho menos arriesgando
su vida en alguna zona roja de las montañas colombianas.
Hay
que ver si caemos en la trampa que constantemente nos tiende el gobierno, para
quien resulta un negocio la guerra, sin que le importe que este país riegue
sangre y derrame lágrimas a diario.
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